Guillermo Gaviria
En columna del pasado lunes, dieciséis de septiembre corriente, titulada ¿Cuatro errores judiciales? Así con interrogación; por física falta de espacio, omití otro de los múltiples casos más aberrantes de la que podemos denominar “La Injusticia Colombiana” que parece haberse recrudecido en la última década de la vida nacional. Una injusticia que proliferaba en otras épocas con los de abajo, con los irredentos, con los de ruana, pero que últimamente está cobijando también a verdaderos patricios, a hombres con muchas décadas de vida pública y privada diamantina. A personas normalmente insospechables de delito alguno.
Creemos firmemente que sin una estricta valoración de la prueba que se tenga y en especial de la calidad humana de los declarantes y testigos, y de los antecedentes personales de cada sindicado; todo enjuiciamiento, toda detención inicial, o precautelativa, podrá resultar injusta y causar daños irreparables.
Se trata del error voluntario o involuntario que, a nuestro juicio, se cometió con Guillermo Gaviria Echeverri, quien ha sido director del periódico El Mundo, de Medellín, un patricio colombiano, oriundo del Departamento de Antioquia; uno de los mayores creadores de riqueza espiritual y material en nuestra patria colombiana, un demócrata integral. Un liberal en política y también liberal ante la vida, un hombre de bondad y señorío que nos consta personal y directamente a muchísimos colombianos. Sin su inteligencia y su empuje, probablemente no estaría terminado el aeropuerto de Rionegro (Antioquia).
La vida ha martirizado en varias formas a Guillermo Gaviria Echeverri, lo martirizó, principalmente con el vil secuestro y asesinato de su hijo, gobernador de Antioquia, de su mismo nombre: Guillermo, también con el terrible secuestro de parientes muy allegados. Pero nadie esperaba que el error judicial o la bellaquería humana se ensañaran con él, ahora, a su avanzada edad. Su carácter altivo, su temple y fortaleza espiritual, seguramente le han permito soportar estoicamente tanta iniquidad y tanta infamia.
Quiera Dios que la salud de Guillermo Gaviria Echeverri le permita recibir un merecido homenaje nacional de desagravio que le estamos debiendo todos los ciudadanos honestos de Colombia que por fortuna todavía forman la gran mayoría. Afortunadamente aún quedan ciudadanos, jueces y magistrados honestos, inteligentes, probos y que saben derecho. Es cierto que en los diversos niveles de nuestra justicia aparecen manzanas podridas, pero son minoría. Cada día tenemos que luchar todos para que los ineptos o deshonestos salgan del poder judicial y la rama recupere el merecido puesto dentro de las indispensables instituciones del país.