El mensaje
Palabras llenas de contenido y de sabiduría se encuentran en cada renglón de la Encíclica Laudato si, escrita por el Papa Francisco. Un mensaje franco, sin rodeos ni esguinces, dirigido a toda la humanidad. Una advertencia responsable, seria y oportuna, que debemos recibir con gratitud y sencillez, y acatar: hacer todo aquello que esté en nuestras manos con miras a la preservación del ambiente y de la vida.
Términos claros y concretos que nos invitan, y más que invitarnos, nos conminan. No podemos seguir destruyendo el planeta que, como dice el Papa, es nuestra casa:
“El agua potable y limpia representa una cuestión de primera importancia, porque es indispensable para la vida humana y para sustentar los ecosistemas terrestres y acuáticos. Las fuentes de agua dulce abastecen a sectores sanitarios, agropecuarios e industriales”.
“Existen formas de contaminación que afectan cotidianamente a las personas. La exposición a los contaminantes atmosféricos produce un amplio espectro de efectos sobre la salud, especialmente de los más pobres, provocando millones de muertes prematuras”.
“No nos servirá describir los síntomas, si no reconocemos la raíz humana de la crisis ecológica. Hay un modo de entender la vida y la acción humana que se ha desviado y que contradice la realidad hasta dañarla. ¿Por qué no podemos detenernos a pensarlo?”
“El bien común presupone el respeto a la persona humana en cuanto tal, con derechos básicos e inalienables ordenados a su desarrollo integral”.
“Desde mediados del siglo pasado, y superando muchas dificultades, se ha ido afirmando la tendencia a concebir el planeta como patria y la humanidad como pueblo que habita una casa de todos”.
“La misma inteligencia que se utilizó para un enorme desarrollo tecnológico no logra encontrar formas eficientes de gestión internacional en orden a resolver las graves dificultades ambientales y sociales. Para afrontar los problemas de fondo, que no pueden ser resueltos por acciones de países aislados, es indispensable un consenso mundial que lleve, por ejemplo, a programar una agricultura sostenible y diversificada, a desarrollar formas renovables y poco contaminantes de energía, a fomentar una mayor eficiencia energética, a promover una gestión más adecuada de los recursos forestales y marinos, a asegurar a todos el acceso al agua potable”.
El profundo significado de estas reflexiones papales coincide con lo estatuido en la Constitución colombiana, a cuyo tenor “todas las personas tienen derecho a gozar de un ambiente sano” y es deber de todos “proteger la diversidad e integridad del ambiente”.