La Cátedra de la Paz
Una feliz iniciativa de la Confederación Colombiana de Consumidores y de su Presidente, Ariel Armel Arenas, ha sido la de instituir en Colombia la Cátedra de la Paz, que precisamente se inaugura en estos días, con el impulso de numerosas universidades e instituciones públicas y privadas.
La idea es muy oportuna, en momentos en que los colombianos necesitamos más que nunca realizar ese valor constitucional, que según el artículo 22 de la Carta Política de 1991 es un derecho y un deber de obligatorio cumplimiento, y cuando, infortunadamente, vivimos una realidad que se traduce en que el país es uno de los más violentos del mundo. Ello, no solamente por la acción de las organizaciones alzadas en armas y de las bandas criminales, sino por la agresividad que aflora en todos los estratos sociales, como lo muestran las estadísticas sobre violencia intrafamiliar, riñas, matoneo, cobro violento de las deudas, crímenes cometidos por menores, y en un clima muy extendido de intolerancia, violencia física y verbal, desprecio por la vida y dignidad de las personas.
En la mayoría de las universidades hemos recibido esta propuesta con beneplácito, y sus directivos y profesores en distintas ciudades del país estamos dispuestos a vincularnos de manera decisiva a la Cátedra de la Paz, con miras a lograr que nuestra labor educativa se proyecte hacia la sociedad, aportándole criterios y elementos académicos propicios para crear conciencia sobre la convivencia pacífica.
Ellas, como corresponde a su origen histórico y al indudable influjo que ejercen sobre la sociedad en cuanto tienen a cargo la formación de sus profesionales, juegan un papel de la mayor trascendencia en la búsqueda y realización de los valores e ideales colectivos, entre ellos el de la paz: que la comunidad y sus integrantes entiendan que un mundo civilizado ha superado hace tiempo el equivocado concepto según el cual los propios derechos sólo se pueden hacer valer sacrificando los derechos de los otros o mediante la violencia.
A esos objetivos no pueden ser ajenos -y de hecho no lo son- el Gobierno Nacional, los gremios, las organizaciones sociales, ni los medios de comunicación, que respaldan la iniciativa: llegar, en la voz y con las enseñanzas de los catedráticos de distintas disciplinas, hasta la conciencia de los niños, los jóvenes, las familias, los ciudadanos, para generar una cultura de tolerancia, buena voluntad, observancia de la ley, respeto a los derechos y la dignidad de los demás.