JAVIER A. BARRERA B. | El Nuevo Siglo
Sábado, 17 de Diciembre de 2011

Lo obvio

Lo  mejor de las declaraciones de los administradores de la ciudad es que, en la mayoría de los casos, no viven los fenómenos que quieren combatir. Esto se hace más ácido cuando se habla de un tema como la movilidad.

Por ejemplo: Gustavo Petro, como alcalde electo de Bogotá, habla de “desincentivar” el uso del vehículo particular como medio de transporte, y para esto propone ideas tan absurdas como poner más impuestos y poner peajes. Habla de un tema que él, con vehículo oficial, no vive.

La medida es absurda por una sencilla razón: la mayoría de las personas con carro en Bogotá, tienen el dinero suficiente para pagar una de las gasolinas más costosas de América y los parqueaderos más costosos del país.

La disposición del bogotano a pagar sobrecostos y para sufrir el trancón no está fundamentada en un deseo irracional por “chicanear”.

Cualquier persona que se desplace en transporte público sabe lo difícil que es encontrar un taxi que esté dispuesto a llevarlo a uno a un lugar diferente al que indica el capricho del conductor.

Peor aún, cualquier persona que monte en bus sabe lo indignante que es subirse por horas en un bus, apretado, a la deriva del criterio del chofer quien con su “ojo clínico” establece que siempre caben más.

En un país obsesionado con la seguridad vial ¿nadie se habrá preguntado lo peligroso que puede ser un choque de un bus público en Bogotá?

Como si fuera poco, el paseo en bus no solo está acompañado por la apretada sino por la insegura actitud del chofer al volante quien frena, acelera y gira de forma brusca sin prestar mayor atención al interior del vehículo. Finalmente, bajarse del bus es algo parecido a seleccionar los números del baloto: no importa donde el pasajero “timbre”, el bus siempre va a detenerse donde la voluntad del chofer lo indique.

Que Petro pretenda desestimular el uso del vehículo privado solo demuestra lo obtusa y demagógica que es su visión de izquierda.

No se trata de “chicanear”, se trata de estar sentado, cómodo, libre del riesgo de ser atracado en el bus y, sobre todo, poder actuar como un ser autónomo que no depende del capricho de un chofer que ha hecho todo menos prepararse para su trabajo.

La visión de Petro es una muestra clara de la incapacidad de nuestros “burócratas” para solucionar problemas. Me atrevo a creer que: con peajes, e impuestos, el parque automotor de Bogotá seguirá creciendo sin control.

@barrerajavier