Habanos en La Habana
Después de algunos meses de “negociación”, después de pronunciamientos y pulsos “públicos” por parte de cada uno de los actores, más parece que las negociaciones en La Habana se están convirtiendo en el minuto de “recreo” de la guerra colombiana.
No sólo por las claras diferencias ideológicas de los negociadores, sino por la obtusa arrogancia de la narco-guerrilla que se cree dueña de una legitimidad que nadie le compra. Como siempre, las Farc abren una puerta de dialogo para luego convertirse en el actor terco que desea resolver “la mentira del Estado” con “la mentira de sus ideales”.
Sospecho también que el Gobierno pierde el rumbo en el camino trazado, y se mueve por una línea que resulta más peligrosa que provechosa. Es cierto que Santos se juega una apuesta valiosa, y expone su nombre tanto como lo hizo Pastrana en su momento. Sin embargo, aprendiendo del pasado, el Gobierno debe imponer unos marcos claros sobre cosas que no sólo no están en negociación, sino también sobre las consecuencias que implica desviar la conversación hacia estos temas.
Hace poco escribí que uno de los grandes problemas de nuestro conflicto es que no le tenemos un nombre a la guerra, y es esa falta de “concepto” la que permite que se plantee hablar de A y que luego, de forma descarada, alguno de los actores pretenda incluir B, C y Z.
La cúpula militar de esa banda de narcotraficantes y terroristas, que se autodenomina Farc, está burlándose de la tragedia colombiana en la cara de cada una de las víctimas que su nefasto obrar ha dejado a lo largo y ancho del país.
Cómodos ellos fumando habanos en La Habana, exhibiendo una moral desechable que se ha construido sobre la mentira y el engaño, jugando a creerse más poderosos de lo que realmente son y desviando el orden de las conversaciones para alimentar su vanidad cada que ven su cara en el espejo mediático.
Desde mi punto de vista siempre he defendido el hecho de que en una negociación todos tienen que ceder. Esto no implica que el Estado tenga que perder y, así como van las cosas, las Farc no han entendido que son ellas las que se deben someter a las normas de Colombia y pagar las consecuencias legales de su vandalismo.
Por primera vez, desde que empezó este proceso, siento que La Habana se está convirtiendo en una caja negra, y que la cínica dirigencia de ese grupo armado tan sólo está dilatando un diálogo de sordos para disfrutar un poco más de esa zona de confort.
Que Santos le apueste a una salida negociada es algo loable, pero también es su deber marcar límites, apretar las tuercas y demostrar que la sociedad colombiana merece respeto.
@barrerajavier