Panorama incompleto
Hace poco le encargué a un amigo que preguntara a una antigua profesora de ciencia política de Los Andes por bibliografía sobre la ideología conservadora. Poco grata fue mi sorpresa cuando me dice mi amigo que la respuesta de ella fue algo así como: “que lea la Biblia, o que se lea el mismo libro por diez años de forma repetitiva”.
Más allá de que la exprofesora ejerza hoy un humor ramplón, digno de una persona con el bagaje intelectual de Alejandra Azcárate o el del embolador paisa cuyo nombre afortunadamente no recuerdo, me sorprende el rencor con el que la gente se aproxima hoy a la ideología conservadora.
Nada raro si uno tiene en cuenta las posiciones de personas como el senador Gerlein o Jose Galat, representantes de una ideología que convierten el pensamiento conservador en un set de percepciones etnocéntricas que buscan un orden cerrado, estático, excluyente e incluso contradictorio.
Como si fuera poco, la cercanía de la ideología conservadora con los ideales de la religión católica, hacen que esta corriente de pensamiento entre en conflicto con las sociedades contemporáneas, más en un estado de derecho donde, por Constitución, las instituciones deben estar por encima de las preferencias religiosas.
Tomemos el ejemplo de Colombia: donde la desigualdad se vive en cada esquina; donde la guerra no da tregua a ricos, pobres, industriales, empleados o campesinos; donde la igualdad es una herramienta de exclusión que sirve para castigar al diferente y donde no hay integración social.
Alguien que entienda el impacto social de esas simples variables, jamás podrá encontrar valor a una ideología que se caracteriza por pretender seguir al pie de la letra una doctrina católica, según la cual ahora la culpa de que no haya paz radica en la homosexualidad, el aborto y la eutanasia.
En un mundo castigado principalmente por el racismo, el hambre y por la depresión económica, culpar la orientación sexual de las personas como responsable de ausencia de paz es un acto de guerra en sí.
Es aceptable que la eutanasia y el aborto puedan considerarse como responsables de trivializar el sentido de la vida, pero promover una vida en dolor, ¿no es también una forma de tergiversar el significado de esta?
Mi opinión es que, al contrario de lo que se piensa, en un país que se caracteriza por la ausencia de disciplina política y por el clientelismo descarado de los políticos, la ideología conservadora podría convertirse en un referente ideológico relevante en tanto que sus bases apoyan y respetan el orden y la autoridad.
Sin embargo, para esto, necesita desembarazarse de esos dinosaurios que añoran una vida pasada en la que también había abortos, eutanasia y gays, que pretenden lograr un orden social que hace años fue desbordado por la realidad.
@barrerajavier