Dueños de la política
Absurdo pero sí, la política tiene dueños. Es prisionera de intereses particulares y personales. Atrás quedaron tiempos en los que había hilos invisibles que manejaban al país, la realidad de hoy es que los dueños están ahí, decidiendo desde la silla y sin escrúpulo alguno. Para la muestra Andrés Felipe Arias. No sólo está inhabilitado, no sólo está involucrado en uno de los casos más cínicos de robos al Estado, no sólo está en medio de un proceso: también está decidiendo, pidiendo y organizando esa lista “nueva” con la que el expresidente Uribe quiso vendernos la idea de renovación.
El exministro decide, se entremete, organiza y expresa malestar por la forma en que se está organizando el sanedrín político del Uribe Centro Democrático (UCD). No bastan sus inhabilidades, no basta la regla moral mínima que debería impedirle a un político real el participar en la vida pública mientras tenga procesos disciplinarios abiertos. Acá lo importantes es mantener el régimen. Que los nuevos sepan que son el muñeco del ventrílocuo que está sentado a su lado sin esconderse, dando la cara para que quede claro que el país tiene dueños.
No sólo el país, la economía también, el desarrollo también, el progreso también y, sobre todo, las oportunidades. Cualquiera de los anteriores son propiedad privada de políticos como Arias. Celebré el proyecto de Uribe, cuando salió la idea de una política fresca era lo que necesitaba el país. Sin embargo, hoy su lista y su proyecto son una fotocopia de esa realidad nacional de gamonales. De políticos de herencia y no de mérito. Que Andrés Felipe Arias esté metiendo su nariz en las próximas elecciones, es una clara señal de que el juego del UCD no es tan renovado como lo vendieron, no es tan real como lo contaron.
Más preocupante que eso: es la confirmación de que el futuro de los colombianos está atado a las decisiones que beneficien a unos pocos y no a la sociedad en pleno.
De qué nos sirve tener la democracia más antigua del continente, de que nos sirve jactarnos de no haber vivido los efectos desgastadores de una dictadura si, al final, nuestras decisiones nunca dependen de nosotros. Más que una democracia, lo que tenemos es la pantomima institucional más grande de América Latina. Un sistema participativo en el que el voto es la fantasía de los interesados porque, al final, no importa quien elija a quien, los cínicos sentados al lado de los candidatos serán los que tomen siempre las decisiones finales.
@barrerajavier