JAIME PINZÓN LÓPEZ | El Nuevo Siglo
Sábado, 21 de Diciembre de 2013

Muerte de un paleontólogo

A  finales de 2013 se nos fue Carlos Bernardo Padilla, biólogo  molecular y químico analítico, como consecuencia de un accidente en Villa de Leyva, tierra de sus afectos, donde había fundado, en el 2002, el Centro de Investigaciones Paleontológicas, sitio que muchos visitan en estos días, con apoyo del Smithsonian Institute, y las universidades de Cambridge y Texas, en estrecho contacto con Maloka. A esta última institución contribuyó para el establecimiento de la sala especializada.

En Villa de Leyva  hay fósiles  de millones de años. Se calcula que el hombre apareció en el planeta hace solo doscientos mil y en el Tíbet, cordillera del Himalaya, hallaron ahora uno de cinco mil millones, correspondiente a un felino.  El empeño del científico era  investigar, clasificar y exponer piezas de geobiología,  le preocupaba su salida del país y la ausencia de medidas efectivas para evitarla.

La paleontología es la rama de las ciencias naturales que estudia, e interpreta el pasado de la vida en la Tierra a través de los fósiles y es diferente de la arqueología. Busca  la reconstrucción de los seres del remoto ayer, su origen,  sus cambios, su entorno, evolución de la biosfera, migraciones y extinciones, procesos de fosilización, correlación  y datación de las rocas que los contienen. El tema de la relación de las fluctuaciones climáticas con la biosfera es asunto de importancia. Ninguno ha podido refutar a Darwin su teoría referente a que las especies  aparecen y desaparecen con existencia limitada.

El investigador colombiano, egresado de la Universidad de California,  disciplinado, conversador ameno, era pieza rara en una sociedad sumergida en otros menesteres. Ojalá que su grupo académico continúe su labor  cuando en  la Universidad de los Andes, por ejemplo,  viene trabajando un interesante currículo de geo-ciencias para incrementar los estudios en esta área.

Fue presidente de la Academia Colombiana de Gastronomía y tenía múltiples actividades que coordinaba, simultáneamente, con el trabajo en su laboratorio,  en la adquisición y distribución de elementos de última tecnología en salud, pendiente de las conclusiones de experimentos en la lucha contra  enfermedades incurables y recibía información que discutía con profesionales del sector, destacando la trascendencia de realizaciones médicas de compatriotas que contribuyen al desarrollo de la ciencia. Mantenía contacto permanente con paleontólogos de diversas zonas del mundo y viajaba con frecuencia para analizar cuestiones científicas relacionadas con sus descubrimientos.

Hace falta el profesor Padilla. A los cincuenta y seis años se nos adelanta, poniendo fin al breve paréntesis que es la vida. Su obra adquirirá la dimensión que él imaginaba y no  debe perderse porque nuestro país la necesita.