EXTREMISMO ISLÁMICO
Califato y terrorismo
Crece el Estado Islámico, de naturaleza yihadista suni, convertido en califato. El califa es Abu Bakr al Baghdali, que controla más de 800.000 kilómetros de Siria e Irak y reclama la autoridad religiosa sobre los mil ochocientos millones de musulmanes del mundo. (Los judíos, dentro y fuera de Israel, no llegan a quince millones. El EI está en guerra contra los no musulmanes en la totalidad del planeta. El último califato fue el otomano.
En diciembre el Estado Islámico asumió la responsabilidad del atentado en París contra el semanario Charlie Hebdó, en febrero de lo sucedido en Túnez, donde murieron dos colombianos. La semana anterior el turno correspondió a Kenia. Allí, al menos, murieron ciento cuarenta y siete personas como resultado del ataque al campus universitario de Garissa en el norte por el grupo islamista Al Shabad -juventud yihadista, en español- en protesta por la decisión del Gobierno de ese país de enviar tropas a Somalia para combatirlo y ante el anuncio de que construirá un muro en la frontera. La organización, que ha ocasionado muchas muertes, especialmente de cristianos, se relaciona con Al Qaeda y el Estado Islámico.
Movimientos terroristas, identificados, quieren que el califato congregue a Jordania, Israel, Palestina, Pakistán, Líbano, Libia, Afganistán, Chipre, Somalia, el sur de Turquía, Irak, Nigeria Túnez, Arabia Saudita y otros países, En la mira están Francia, -el diez por ciento de su población es musulmana- Estados Unidos, Inglaterra, España y en general Occidente. Las decapitaciones se han vuelto lugar común, al igual que la destrucción de museos. Es el regreso al medioevo. Las ciudades están en peligro, entre ellas otra vez, New York.
Se especula que la depresión del copiloto Lubitz, del avión de Germanwings, quien voluntariamente lo estrelló en los Alpes afectando a ciento cincuenta pasajeros, se relaciona con su ingreso en Bremen al Islam y tener novia musulmana. Las fuentes de financiación relacionadas con el petróleo alcanzan proporciones descomunales.
Alá y el Corán merecen respeto, pero jamás pensamos en una guerra religiosa, con connotaciones económicas y geográficas, transformada en conflicto mundial. ¿Qué papel asume la Organización de Naciones Unidas? La coalición de Estados que bombardea objetivos militares del extremismo islámico en Irak y Siria, no produce los resultados esperados, no impide la afiliación a células del EI, ni el engrosamiento de sus filas con jóvenes de países desarrollados. La solución del problema está lejos. En América Latina, que no forma parte del conflicto, conviene analizarlo y colaborar para el cese de esa violencia. Cuando a Albert Einstein le preguntaron sobre qué armas se utilizarían en la tercera guerra mundial, respondió: “No lo sé. Pero en la cuarta piedras y palos”. Recordémoslo.