FENÓMENO SE REPITE
El mensaje electoral
En política lo importante no es tener la razón sino que se la den a uno. El ideal es que los dos conceptos coincidan. Esto no es fácil en tiempo presente cuando las ideologías decaen, la tecnología cubre el planeta, los desequilibrios aumentan, el medio ambiente poluciona y los aspirantes a ganar elecciones, como las moscas, zumban.
En varios países estamos en época electoral para que, gracias al sistema democrático, los electores, divididos en diferentes corrientes, vuelvan a elegir, con contadas excepciones, a los mismos voceros de hace cuatro, ocho, o doce años, quienes proponen cambios, lucha contra la corrupción, paz, libertad, seguridad, educación, empleo, justicia, salud, vivienda. Las elecciones permiten a los candidatos, una vez ungidos, la recuperación de dineros de campaña, obtención de prebendas, oficinas, dietas, subsidios, tiquetes, viáticos, carro, computadores, celulares y más. La oposición a la reelección presidencial se fundamenta en preservar la reelección a las corporaciones públicas.
Los partidos son indispensables para que haya elecciones, así no muestren conceptos sobre el manejo del Estado. Las colectividades nuevas no aparecen a pesar de la modificación de nombres. Conforme se aclimata la amplitud sexual, el derecho a profesar la religión que uno quiera dentro de la sociedad laica, la defensa del derecho al trabajo para no morir de hambre, en medio de propósitos pequeños expuestos como grandes proyectos, vivimos al día, cuando los de arriba incrementan ganancias y los de abajo pobreza. El dilema del voto ya no es por o en contra de la esclavitud, del sufragio femenino, a favor de la Iglesia o del Estado, por capitalismo o comunismo, en respaldo a la centralización o federalización, sino en el empeño de evitar que las cosas empeoren y la ilusión de vivir mejor.
En Estados Unidos, España, Italia, Colombia o Venezuela, el fenómeno se repite y sucesos recientes confirman restringidas opciones electorales. Es el ambiente mundial, regional y nacional, pero resulta oportuno, así la campaña sea reducida y no podamos apoyar ambiciosos pero realizables programas, el análisis de remedios a problemas comunitarios, conseguir que la opinión pública deje de recibir noticias extravagantes acerca de disputas parroquiales y se entere de asuntos trascendentes.
Aquí, cada día, me sorprende, por ejemplo, el desconocimiento de la situación en la cual nos encontramos con Nicaragua -tema que no es de campaña, como tampoco lo fue en las anteriores- y estoy de acuerdo con mi vecino de columna, quien no entiende el ejercicio de diplomacia secreta que permitió llegar al acuerdo, con indemnización a cargo de Colombia, para obtener el retiro de la demanda interpuesta por Ecuador, en protesta por el uso de glifosato.
¿Es factible, en medio del vocabulario político obsceno, de “carruseles” e investigación de delitos, que logremos captar el mensaje de partidos y candidatos? Difícil responderlo, pero nada perdemos con preguntar. Conocerlo nos interesa. Si hay elecciones es mejor votar que abstenerse y permitir la victoria de los peores.