“VERDADES Y SUEÑOS”
De Fidel Castro
Con motivo de cumplir ochenta y siete años, “con mente lúcida y dificultades de movimiento”, según el presidente de Uruguay, José Mujica, quien lo visitó recientemente, Fidel Castro escribe, con ese título, en su columna “Reflexiones”, un largo artículo en el cual repasa acontecimientos que son historia y revela intimidades de momentos difíciles en su largo periplo.
Comenta que las ciencias “deben enseñarnos a ser sobre todo humildes, dada nuestra autosuficiencia congénita. Estaríamos así más preparados para enfrentar e inclusive disfrutar el raro privilegio de existir”, consideración que toca con el repaso de hechos en los cuales participó con posiciones soberbias.
Señala como un período amargo de las relaciones con la Unión Soviética la crisis de los misiles en octubre de 1962 y cuenta que enterado del acuerdo de Jrushov con el presidente Kennedy para la retirada de los proyectiles nucleares de la isla preparó un documento confidencial que recordaba cómo “nosotros advertimos al mariscal jefe de la cohetería soviética que a Cuba no le interesaba aparecer como lugar de emplazamiento de cohetes de la URSS, porque tenía la aspiración de ser ejemplo para los demás países de América Latina en su lucha por la independencia de nuestros pueblos”. El mundo estuvo al borde de la guerra. La primicia: Fidel Castro no quería misiles en Cuba, aun cuando los rusos defendían su emplazamiento para repeler un posible ataque norteamericano y se deduce que librarse de ellos le quitó un peso de encima. Que se tome nota de lo anterior al analizar lo sucedido hace ya cincuenta y un años.
Rememora que el periodista francés Jean Daniel, luego de entrevistar al presidente Kennedy, en noviembre de 1963, viajó a La Habana y “acordamos una cita en Varadero. Allí me preguntó si yo realmente conocía el peligro de la situación superada. Puse un radio y en ese instante un despacho glacial informa que el Presidente había sido asesinado en Dallas. Ya no había nada que hablar. Él estaba realmente traumatizado. No volví a verlo”. Fidel opina sobre la conducta de Lee Harvey Oswald, manifiesta que investigó su raro comportamiento y se extrañó del intento suyo de visitar a Cuba antes del atentado. No justifica el crimen de Kennedy y rechaza la explicación del “lumpen conocido por su oficio (Jack Ruby) que mató a Oswald en una estación de policía conmovido por el dolor que estaría sufriendo la esposa de Kennedy. Eso es una cínica broma”. “Transcurridos los años, -dice- me visitó el hijo del Presidente asesinado y cenó conmigo. Era un joven llenó de vida que murió en un accidente aéreo”. Hace alusión a su encuentro en Caracas con la viuda y los hijos pequeños de Robert Kennedy, quien también pereció víctima de un pistolero. “Así marchaba entonces el mundo”, anota.
No suponía, luego de la enfermedad que lo obligó a dejar los cargos de presidente de los Consejos de Estado y de Ministros, que su vida se prolongaría por siete años más y resalta el “especial recuerdo” de su amigo Hugo Chávez. La imagen actual de Fidel Castro contrasta con la tempestuosa de los tiempos del paredón.