Jaime Pinzón López | El Nuevo Siglo
Miércoles, 23 de Diciembre de 2015

Luna llena en Navidad

“No tiene sentido que el mundo siga en guerra”

 

Llega la Navidad, con luna llena, después de treinta y ocho años. Las cenas familiares serán iluminadas porque la tierra se encuentra situada exactamente entre el sol y la luna, en  época de plenilunio. Habrá luz natural, curiosa coincidencia que vale la pena aprovechar.

 

Los cristianos la celebran  y millones que no lo son se reúnen  con sus seres queridos en el día especial. Naturalmente los terroristas miembros del Estado Islámico y de otras organizaciones extremistas no disfrutan de la festividad y, sin embargo, queremos que el eco de la concordia a ellos llegue, a quienes combaten en la guerra de Siria, a los oprimidos en  la nación Centroafricana, a los habitantes de Gaza, Ucrania, Sudán del Sur, Irak, Nigeria, Yemen, Afganistán, en fin, a todos los habitantes del planeta y hacemos votos porque la paz se consolide definitivamente en Colombia. Carece de sentido que el mundo siga en guerra y la vida pierda  valor.

 

Hasta el 24 de diciembre nos agitamos y corremos. Después de la novena de aguinaldos, de las compras de regalos grandes y pequeños, caros para cada bolsillo, la actividad laboral disminuye, queda tiempo de ocio. Deseamos  que el descanso de este fin de 2015 sea  creador. Como alguien dijo  ojalá pudiéramos meter el espíritu de la Navidad  en jarros y abrir un jarro cada mes del año.

 

Aspiramos a que las malas noticias no nos persigan, a  meditar constructivamente, a fortalecer vínculos afectivos, a la ausencia de excesos, a que la seguridad predomine en ciudades y campos. Los niños  ocupan lugar preferencial. Los mayores debemos hacerlos sentir bien, que llegue a ellos de verdad la Nochebuena. ¿Qué haríamos un año sin ella? Es la oportunidad para no cerrar  puertas a nadie, ni siquiera a los ausentes. Recuerdo a Charles Dickens y su Cuento de Navidad, la historia de un hombre avaro, egoísta y gruñón que, tras ser visitado por fantasmas, de ver como celebran la Navidad y presenciar la fiesta que organizan su sobrino y el empleado a quien accedió darle unas horas libres, felices a pesar de su pobreza, cambia en su edad madura y se convierte en persona amable y generosa. Ojalá que esto  ocurra a algunos malgeniados mañana en la noche.

 

En medio de dificultades hay signos alentadores para la sociedad. Aprovechémoslos. Hasta los guerrilleros en tregua están en capacidad de disfrutarla. Es noche de amor y no de rencillas, ni de brindis excesivos, ni de recriminaciones, ni de violencia, ni de pólvora, con sus perniciosas consecuencias. La evocación de familiares y amigos quienes ya nos dejaron definitivamente brilla en el pesebre.  ¡Feliz Navidad!