Coraje, madurez y paz
Tuvo coraje el presidente Juan Manuel Santos al tomar la decisión de iniciar, hace dos años, el proceso de paz con las Farc. También los dirigentes de la guerrilla para concertar la forma como se han desarrollado las conversaciones, desde luego el doctor Humberto de la Calle, los voceros del Gobierno, las víctimas del conflicto, sus familiares, quienes perdonan con expresiones inequívocas de apoyo a la reconciliación. Las Fuerzas Armadas de Colombia, respetuosas con la Constitución, ejercen su misión y acatan las instrucciones dentro del orden jerárquico, sin convertirse en sector deliberante.
El siguiente paso, muy importante, si existe coraje y madurez, es el del cese bilateral del fuego, cuyo análisis empieza. En medio de una tregua la suscripción de los acuerdos se facilitará. El mundo ha cambiado. En reportaje reciente, el comandante Fidel Castro afirma que el sistema socialista no funciona en Cuba. Lo dice con lucidez, aun cuando opositores suyos insinúen que es síntoma de senilidad. Los desequilibrios sociales, la corrupción, las injusticias prevalecen, pero resulta equivocado pensar el cambio completo e irreversible de las estructuras políticas, económicas y sociales, con el traqueteo de las armas guerrilleras. La toma del poder por esta vía no es viable. Los voceros de las Farc, con lógica, proponen fórmulas para reformar instituciones y reincorporarse a la sociedad, que no son rendición. Se habla de negociarlas. El término es impropio porque un proceso de paz difiere de una negociación comercial. No obstante, está claro que se conversa respecto de problemas comunes, que el sometimiento del Estado no está en juego, ni tampoco la entrega de la guerrilla, sino la concordancia en programas de desarrollo equitativo y de conquista de una sociedad más igualitaria, con la experiencia acerca de esfuerzos que no han resultado, inclusive dentro de un sistema democrático en el cual el pueblo soberano por lo general no tiene la palabra así vote, ni sus representantes en las corporaciones públicas, con excepciones, lo interpretan de manera adecuada.
Para las Farc suspender hostilidades significa no adelantar acciones armadas, no secuestrar, no extorsionar, no atacar a familiares de combatientes adversarios, abstenerse de instalar minas, civilizar la contienda; y, en el caso de las Fuerzas Armadas regulares, de los organismos del Estado, abstenerse de atacar, de bombardear, de realizar operaciones ofensivas, tema complejo porque la violencia proviene no solamente de las Farc, sino también de la delincuencia común, de las bandas criminales, del Eln, de carteles del narcotráfico, que actúan en zonas comunes. La verificación del cese bilateral parece compleja pero susceptible de definición.
Las bases para la terminación del conflicto continuarán en discusión. En estos dos años largos la pedagogía rinde frutos. Que siga el proceso, que concluya bien, que el posconflicto no sea otro conflicto, es anhelo nacional. Coraje, madurez y paz.