Un ruego: menos mentiras
La vida se mueve entre verdades y mentiras, la riqueza como la felicidad están mal distribuidas. Tenemos problemas y estamos pendientes de las noticias y de los comentarios.
Privan inexactitudes, informaciones incompletas, versiones contradictorias. Cuántas mentiras se han dicho en los diálogos de paz, ninguno sabe a qué atenerse en el tema del metro de Bogotá, sobre el veloz periplo presidencial por Europa y las promesas para el posconflicto hay varias versiones. Se anuncia que habrá Copa Mundo en Colombia en tiempo no lejano, que la reforma tributaria favorece a los pobres, que se inician conversaciones con Nicaragua, limitadas a derechos de los raizales de San Andrés y Providencia, sin reiterar la tesis de que la sentencia de hace dos años dictada por la Corte Internacional de La Haya, es inaplicable. Los pronósticos del tiempo y los del dólar no resultan; en el Congreso un parlamentario sostiene una posición en la mañana y la contraria en la tarde, el Alcalde de Bogotá impacta con la orden de construir proyectos de vivienda popular en lotes situados en estrato seis y otros expresan que es inminente el desplazamiento de la gente de estrato seis al uno. Que la maquina tapa huecos funciona a la perfección afirma el Distrito y la movilización ha mejorado, escuchamos en medio de un trancón. Un locutor grita que los delincuentes se arrepienten de sus delitos, que la seguridad es buena para diciembre y está bajo control. Podemos sentirnos en Jauja porque arranca un programa para disminuir el desempleo al 7.6 por ciento.
Se asegura que en horas estará lista la vacuna contra el ébola, que el Papa convenció durante su visita a Turquía al presidente Erdogan a que coadyuve en un plan de religiones para ayudar a los refugiados en las fronteras con Irak y Siria víctimas del “Estado Islámico”. Observo la fotografía y el abrazo del Sumo Pontífice con el patriarca ortodoxo Bartolomé I en un noticiero de televisión. Repaso el éxito de la reforma migratoria de Obama, la primicia de la recuperación de la popularidad del mandatario Peña Nieto en México y me detengo en el discurso de Rajoy que garantiza la unidad de España. Sin embargo, algo no me suena en el cúmulo de noticias. Recuerdo entonces al holandés Van Meergeren, quien, en plena segunda Guerra Mundial, vendió a Herman Goering un cuadro original del pintor Veermer, El Cristo y la Adúltera, que había copiado. Lo curioso de la historia reside en que el dinero con el cual pagó el mariscal nazi también era falso. Se ha vuelto costumbre hacer que supongan quienes mienten que les creemos. En parte, ello es cierto ante tanta información, a veces propagada de carrera sin mala intención, en otras con interesados propósitos. El ruego: que nos digan menos mentiras.