Acertó el Concejo de Bogotá
La decisión del Concejo de Bogotá de negar la propuesta de reforma tributaria del Alcalde respecto de los cobros por congestión y enredar el ingreso a determinadas zonas de la ciudad, lo referente a terminar los estratos e incrementar con criterio fiscalista el valor del impuesto predial es acertada y así debemos reconocerlo quienes vivimos en esta ciudad. En cambio, tiene lógica, para ayudar a la Universidad Pedagógica Nacional, la creación de la estampilla “Cincuenta Años” con el objetivo de conseguir los recursos que financiarán en parte el proyecto Valmaria tendiente a la construcción de planta física con escenarios deportivos y culturales, aulas, biblioteca, museo pedagógico, laboratorios, es decir, la infraestructura adecuada en beneficio de estudiantes de escasos recursos que residen en la ciudad y cursan sus estudios en este importante centro docente.
La falta de sentido común en la administración es notoria. Por fortuna voceros de distintos partidos en el Cabildo impidieron que se complicara más el futuro de la capital. Los ciudadanos, debemos reconocerlo así la chifladura continúe en distintos frentes. Por ejemplo, ante la decisión de la Corte Constitucional de declarar inexequible la determinación de prohibir las corridas de toros, es un exabrupto la posición del señor alcalde Gustavo Petro de “se obedece pero no se cumple”, para obstaculizar que la fiesta brava regrese con el anuncio de la remodelación de la Plaza de Santamaría.
Hay multas al Alcalde por la falla que existió en el plan de recolección de la basura, las líneas azules en las principales calles contribuyen a empeorar las posibilidades de movilización, nos enteramos de correcciones y aclaraciones en decisiones que no resultan, sigue la corrupción, los funcionarios distritales expresan opiniones disímiles sobre medidas adoptadas, el Plan de Ordenamiento Territorial (POT) se encuentra en entredicho y las amenazas de sanciones dizque con el propósito de conseguir mayor aseo en la ciudad son ininteligibles.
En la estructura administrativa de Bogotá caben reformas pero coherentes y estudiadas, ajenas a los afanes mediáticos, a los compromisos clientelistas, al lanzamiento de iniciativas sin pies ni cabeza, en medio de amenazas y coacciones insólitas. Conviene no confundir con títulos que se alejan del contenido de las propuestas a quienes amanecemos cada mañana temerosos por aquello que nos pueda suceder. ¿Qué tal el “Proyecto de Modernización” para ocultar el intento de incrementar un apetito fiscalista erróneo y de aumentar la maraña de errores y sinsabores?
Para que la democracia funcione nuestros representantes en las corporaciones públicas deben mantener, ante todo, la cordura y el contacto con sus electores. Una buena prueba del don del acierto se relaciona con parar proposiciones absurdas y desproporcionadas. Esperamos tiempos mejores, que no se hallan a la vuelta de la esquina.