JAIME PINZÓN LÓPEZ | El Nuevo Siglo
Miércoles, 30 de Abril de 2014

Sobre la imagen

 

Ahora, por todas partes,  se habla de imagen. Semanalmente, empresas encuestadoras hacen que la imagen, personal e institucional, suba o baje, a ritmo impresionante, sin que ello tenga relación con el buen gobierno o los programas de desarrollo económico y social, atada a los protagonistas de la vida pública quienes aparecen a cada instante en periódicos, revistas, radio, cine,  televisión, twitter e Internet.

No creo que la imagen de Calígula y Nerón fuese buena y desconozco los esfuerzos por incrementar la suya en el caso de Julio César. La de Adolfo Hitler era prefabricada en el régimen nazi, en nivel interno, pero internacionalmente negativa. La de Winston Churchill se unía a sus discursos, a las intervenciones parlamentarias, a la V de la Victoria. La de los Papas varía pero la de Francisco crecerá con la ceremonia de canonización de sus antecesores Juan XXIII y Juan Pablo II, mientras guarde la descaecida imagen de Pío XII, beato cuya actitud frente al holocausto judío durante la segunda Guerra Mundial ha sido criticada con vehemencia.

 Aun cuando el término es reciente y va unido a las nuevas tecnologías, mucho podría anotarse respecto de la imagen empezando por la de los faraones en sus tumbas, que con cada descubrimiento cambia, pero quiero en la recta final de la campaña presidencial colombiana, decir  que por más esfuerzos de comunicadores y expertos en inflar y desinflar egos, quien resulte victorioso en las urnas, en la primera o segunda vuelta, va a tener que revisar el concepto de imagen y de gobierno, porque para administrar y defender los intereses públicos, luchar contra la corrupción, aclimatar la paz, disminuir las injusticias y concretar la conquista de una sociedad más igualitaria, no es suficiente, en medio del vacío programático e ideológico, la proyección  propagandística de todo género, el dibujo de una comunidad artificial de buena política, excelentes intenciones, hechos admirables, el imperio de la fantasía. Ese, que en mi caso, hago esfuerzos por entender, sin lograrlo, como tampoco consiguen identificarlo millones de compatriotas sometidos al inclemente bombardeo publicitario,  así coincidamos en desear lo mejor para el país.  

¿Qué hacemos con la imagen? Hasta los especialistas en mostrarnos las cualidades y ventajas de los aspirantes  no creen  en las  tomas que  elaboran para satisfacer la libido de quienes les  piden  mostrar  a sus electores condiciones  dignas de fábula, que no tienen, contrarias a sus personalidades e intereses. Debemos cuidarnos con este asunto que deforma la voluntad popular y nos expone a equivocarnos en la selección de nuestros mandatarios.