Jaime Alberto Arrubla Paucar | El Nuevo Siglo
Jueves, 31 de Diciembre de 2015

SEPARACIÓN DE PODERES

La cortesana

“Lo que pasa en Venezuela es patético”

 

LA independencia de los jueces es garantía fundamental para el funcionamiento correcto de un Estado democrático.  Además  es un derecho de los ciudadanos  a que los magistrados que eventualmente  deban definir los conflictos que se presenten entre ellos,  lo hagan de manera independiente, consultando únicamente el sistema legal imperante,  ajenos a criterios políticos y a favores que se deban al gobierno de turno.    

Entre muchas otras cosas,  la separación  de los poderes públicos es lo que hace posible una justicia independiente.  De esta manera se cumple el juego de controles, de pesos y contrapesos, cumpliendo cada uno  la función que le asigna la Constitución;  colaborando además armónicamente en lograr los fines del Estado, pero respetando la independencia de cada una las ramas del poder público.

En los regímenes totalitarios es frecuente que el Ejecutivo quiera manejar a su antojo los demás poderes públicos;  al legislativo, lo controla con lo que  ahora se denomina la coalición de Gobierno, que se logra a punta de reparto burocrático y presupuestal y se obtiene como resultado que los congresos dejen de cumplir la función de control que constitucionalmente tienen asignada.

También  pretenden dichos regímenes  dictatoriales controlar la labor de los jueces y se valen  para el efecto de muy diversas formas, generalmente muy sutiles, para mantener la apariencia de que se  vive en un régimen democrático.

Lo que acabamos de presenciar en Venezuela es patético. Una agonizante  Asamblea Legislativa, que cambiando el año que termina, el próximo cinco de enero,  por decisión del pueblo, dejará de ser controlada por el partido de gobierno y pasara  al control de la oposición, aprovecha sus últimos estertores para nombrar a trece magistrados del Tribunal Supremo de Justicia,  todos de línea e ideología gubernamental.  Lo que antes tomaba doce días, se hizo en dos, para aprovechar las mayorías que todavía ejerce.   Sin sutilezas, de frente, retando la democracia, ausente de escrúpulos y desafiando la independencia del poder judicial.

La finalidad salta la vista,  restarle poder al nuevo legislativo y ejercer el control del Gobierno utilizando a los jueces,  que a mala hora se han prestado para tan denigrante faena.   Ya han comenzado su tarea suspendiendo las vacaciones y admitiendo recursos contra ocho diputados de la oposición, interpuestos por el partido de gobierno   y amenazando la mayoría calificada que obtuvo la oposición en los pasados comicios. Triste episodio vive la hermana república, cuando en lugar de un Tribunal de justicia, definiendo los conflictos con apego a las leyes y con independencia, hoy ocupa su lugar una cortesana del poder ejecutivo.

Este es el absolutismo contemporáneo, cuando un hombre quiere acaparar el control en las tres ramas de  los poderes públicos y además reelegirse indefinidamente.   Está equivocada concepción es la que tanto daño le ha causado a esta maravillosa  esquina de América.