“Diluido en poco tiempo por intereses políticos”
LA GRAN COLOMBIA
El sueño de Bolívar
EN su gesta libertadora, Bolívar soñó con una gran república, y alcanzó por breve tiempo a conformar lo que se llamó la Gran Colombia, con la depuesta Nueva Granada, que comprendía a Venezuela, Colombia y Ecuador. Una gran nación, con comunidad de origen, raza, pasado y propósitos comunes, que como en los Estados Unidos de América, aunara esfuerzos para consolidar un mejor futuro para sus habitantes. El sueño se vio diluido en muy poco tiempo, precisamente por intereses políticos regionales.
En el siglo XX, en su segunda mitad aparecen las comunidades de naciones, con el modelo en la Comunidad Europea, con grandes avances significativos, como la libertad de circulación de las personas y de los capitales, una integración cultural y monetaria, que incluso ha intentado hasta una sola Constitución europea. Sin duda, el esfuerzo común ha logrado el desarrollo económico, el mejoramiento de la infraestructura, prosperidad y el ejercicio de una mayor libertad para sus integrantes. En América Latina lo hemos intentado muy tibiamente, con el Pacto Andino, la CAN, el G3 y ahora Unasur, pero pocos han sido los avances en la integración y mucha la falta de voluntad política para lograrlo. Falta mucho camino por recorrer para acercarnos siquiera un poco a entender el sueño bolivariano.
Como una graciosa ironía, el gobierno de quienes se jactan de ser bolivarianos, albaceas de la herencia de Bolívar, reencarnación de su pensamiento y defensores de su legado, han montado una seudodemocracia en Venezuela, que se dedica a realizar todo lo contrario. Leviatanes incrustados y perpetuados en el poder, cuando el mismo Bolívar advirtió que era mejor que un hombre no estuviera mucho tiempo en el mismo. El éxodo de colombianos que estamos presenciando en la frontera de Maracaibo, por cuenta del estado de emergencia decretado por quien se apoderó del poder en el vecino país, no tiene antecedentes en América, salvo cuando se traficaba a la fuerza con seres humanos para esclavizarlos en épocas coloniales. Prevalidos del fantasma del paramilitarismo, que de ser cierto, lo están persiguiendo donde no se encuentra, están cometiendo delitos de lesa humanidad contra una población civil inerme, desprotegida e indefensa.
Una cosa es la frontera política entre dos países; cosa muy distinta es la integración en una región de quienes siempre han vivido en ella, pasando libremente de un lado a otro, con comunidad familiar y cultural. El Gobierno venezolano sobrepasa los límites de la moral y se sitúa bajo la excusa de legalidad, en los límites del delito de lesa humanidad, provocando el desplazamiento de población civil, destruyendo sus viviendas y desmembrando familias enteras.
Más energía y menos diplomacia es lo que se debe reclamar frente al déspota por toda la comunidad internacional. Y sobre todo no permitirle que su barbarie la realice en nombre de Simón Bolívar; su sueño era muy distinto.