Las elecciones presidenciales
Faltan cuarenta días para las elecciones presidenciales en Colombia y todavía no se percibe un entusiasmo popular por el debate electoral; más bien reina la apatía y el desánimo en la gente. No afloran con claridad las posiciones de los candidatos sobre los temas que puedan entusiasmar a los electores, no se observa que alguno de los aspirantes haya logrado establecer una sintonía con el pueblo colombiano.
El presidente Juan Manuel Santos encabeza las encuestas, pero estancado desde que comenzó el debate, sin aumentar en la intención de voto. Sin embargo, es difícil derrotar a quien está en el poder por toda la ventaja de reconocimiento y exposición mediática que obtiene en cada uno de sus movimientos, amén del arbitrio burocrático y presupuestal que implica gobernar. Con resultados positivos en lo económico y en lo social, no obstante la opinión pública, más que desear que continúe en el poder, parece más bien resignada a esa fatalidad. Su candidatura no causa ni encanto ni atractivo.
Al candidato del Centro Democrático tampoco lo quieren gobernando. Lo ven como una réplica de la era Uribe, que entusiasmó con cuatro frases de cajón, convertidas en políticas públicas, ausentes de contenidos. Le cobran los sacrificios democráticos de su antecesor y la falta de identidad propia.
A las candidatas de la izquierda las persigue el síndrome del Palacio Liévano, donde se le ha permitido gobernar a la izquierda, a fin de que demuestre su incapacidad para hacerlo acertadamente. Les toca difícil remontar la mala imagen que han dejado sus copartidarios gobernando, la influencia nefasta que ha tenido el señor Maduro en la region, con el año más desastroso para el pueblo venezolano y los malestares que deja el proceso de La Habana en la polarizada sociedad colombiana que anhela una paz, pero sin dejar la guerra.
El Partido Conservador en el peor de los escenarios, con una excelente candidata, que la tienen en interinidad, mientras el Consejo Electoral decide de una vez hacer respetar la democracia. Quedó en evidencia que se trata de un órgano político, que obedece a intereses electoreros y se pone al servicio de la coalición de turno. Sus líderes midiendo donde obtendrán más réditos; dejan la práctica política por el poder para consolarse con las mieles del Gobierno.
El candidato del Partido Verde no quiere ser presidente sino hacer como presidente y con ese galimatías confundió a todo el mundo.
Con razón no entusiasman estas justas electorales. Ojalá que no aprovechen los grupos al margen de la ley, la apatía y la abstención reinante en las elecciones, para echar baza y volver a tomarse las estructuras del poder colombiano.