JAIME ALBERTO ARRUBLA PAUCAR | El Nuevo Siglo
Jueves, 27 de Febrero de 2014

Violencia de género

 

La violencia contra las mujeres en los sistemas de transporte masivo, facilitada además por la congestión de los vehículos y la insuficiencia de espacios que facilitan el contacto y el abuso por parte de otros pasajeros, ha llevado a que en algunas ciudades y países, como México, Malasia,   Indonesia, Taiwán, Tokio y la India,  como solución apretada, hayan acudido a una especie de apartheid, dividiendo secciones o vagones, para separar los hombres de las mujeres.

Estos atropellos son inaceptables en cualquier sociedad; deben ser repudiados e incluso punibles los comportamientos inadecuados en contra de la mujer. Se evidencia un problema cultural en la sociedad donde se repiten este tipo de conductas y demuestran claramente una deficiencia en la educación y formación de las personas.

Hace poco se presentó en un vehículo de Trasmilenio en Bogotá la denuncia pública de una dama que fue objeto de abuso sexual por un pasajero, ello ha llevado a que se plantee la posibilidad de incorporar en nuestro sistema de transporte público una delimitación de carros o de bancas, a fin de separar los pasajeros por su género masculino o femenino.

Entraríamos de esta manera a formar parte del puñado de países en el mundo que públicamente confiesan su deficiencia cultural, su incapacidad de solucionar el problema de otra forma, al menos por el momento y que emplean la drástica solución de la separación y, por qué no decirlo, la discriminación necesaria, en aras de proteger a las mujeres de las mencionadas agresiones sexuales.

Indiscutiblemente hay que adoptar soluciones, pero antes de llegar a semejante extremo deberíamos intentar medidas más civilizadas. Por ejemplo, con tanta tecnología perfectamente podría detectarse a los responsables de este tipo de abusos; tenemos suficientes leyes para sancionarlos de forma ejemplarizante, incluso como ha sucedido en el pasado, con penas que han aparecido como fuertes en relación con la falta. Podríamos poner vigilantes en las estaciones y en los mismos vehículos, preparar mejor a los conductores para que no permitan ese tipo de atropellos. Formar un cuerpo cívico de veedores y garantes de un uso adecuado del sistema.

Y, por supuesto, adoptar todas las medidas educativas tendientes a formar una comunidad más respetuosa de la dignidad humana y de los demás. Opinamos que antes de marcarnos más como una sociedad defectuosa, debemos dar rienda suelta a la imaginación para encontrar soluciones menos degradantes.