Es curioso observar cómo varias tendencias del “progresismo”, que han visto en las tabacaleras un ejemplo del peor capitalismo, se estén convirtiendo en abanderadas de la legalización y comercialización del cannabis. Según ellas el humo del tabaco causa daños mortales, pero el de la marihuana podría ser incluso terapéutico y liberador. Y paradójicamente, es en lo “liberador” donde está el mejor negocio capitalista.
En España “Podemos” presentó su iniciativa “Hacia una regulación integral del cannabis”, con palabras bien escogidas. La regulación evoca un estricto control, frente al desmadre del mercado negro. Integral es un adjetivo que siempre queda bien, pues da idea de una propuesta completa y articulada. Y hablar de cannabis es edulcorar el término marihuana ya que éste tiene todavía un tufillo de drogadicción ilegal.
En México, la futura ministra de Gobernación de AMLO ya presentó un proyecto de ley para la regulación del cannabis, que tiene como fin “terminar la guerra contra el narcotráfico”. La propuesta contempla la siembra y comercialización para fines terapéuticos, farmacéuticos y lúdicos de la marihuana.
Pero como en otros países ya hay cierta experiencia de la legalización, conviene dar una mirada a recientes noticias al respecto. Por ejemplo, en un artículo de Thomas Fuller, corresponsal del New York Times en California, se recuerda que en la ley que hace diez meses legalizó la marihuana se decía que produciría mil millones de dólares de ingresos anuales al estado para invertirlos en asuntos sociales. Sin embargo, en el primer semestre del año, el estado solo recaudó135 millones. Es decir, la venta legal de la marihuana está muy por debajo de lo que los proponentes de la legalización esperaban. Todo indica que los productores han preferido permanecer en el mercado negro, que sigue siendo el dominante. “Es difícil –dice Fuller– persuadir a los cultivadores de marihuana que han estado en la sombra durante décadas que rellenen un voluminoso papeleo burocrático, paguen impuestos y cumplan las normas medioambientales”. Hasta la fecha solo un 3% de los cultivadores de marihuana ha obtenido una licencia.
También revela una gran fe en el Estado y en la fuerza de la ley la propuesta de “Podemos” de acompañar la legalización con “una política punitiva contundente para quien incumpla la legislación”. El problema está en que la marihuana legal, sujeta a muchas regulaciones, es bastante más costosa que la del mercado negro. En California se ha calculado que la marihuana legal es un 70% más cara que la ilegal.
Como indica la experiencia del tabaco, cuanto más suben los impuestos, más oportunidades se abren para el mercado negro. Por esto las tabacaleras calientan motores explorando las posibilidades que ofrece la legalización de la marihuana. Es que nadie tiene más experiencias que ellas: tienen la maquinaria para producir cigarrillos, hábiles herramientas de marketing y están acostumbradas a operar en entornos restrictivos con elevada carga fiscal. ¿Cómo desdeñar este mercado emergente de la marihuana legal? Así pues, los progresistas pueden estar abriendo brecha para el capitalismo más desenfrenado.
@CarlosAlfonsoVR