Y se nos fue el año y los principales líos nacionales ahí. Entró el último trimestre de 2019 y las cosas malas del país continúan campantes.
Este último tramo pinta igual o peor de duro para pobres y desempleados.
No podía ser peor el escenario a tres meses de concluir el calendario.
Para completar confuso panorama, vienen elecciones regionales y candidatos desentendidos de los graves dramas y sus soluciones.
Con tasa de desocupación de 10,8%, más de 500 mil trabajos destruidos, 2.667 mil desempleados y personas desistiendo de salir a buscar empleo, el horizonte luce angustiante.
Hay varias ciudades donde la tasa de desempleo llega al 14%. Una locura más aún porque son plazas donde crecen pobreza e inseguridad.
Lo más difícil del realismo mágico colombiano es que miles de personas se cansaron de salir cada día a buscar trabajo. No lo encontraron y prefirieron desistir o ir a la informalidad, ventas callejeras, a los semáforos o ingresar a la delincuencia.
Aunque la economía crece ligeramente arriba del 3%, no le alcanza para absorber gran demanda de empleo.
Si bien cuando la economía más crece no se garantiza un aumento sustancial de nuevos empleos, sí es necesario acelerar el ritmo de locomotoras del desarrollo productivo.
También es claro que el presidente Duque deberá asumir con firmeza y decisión política la crisis del desempleo y la pobreza.
Nos preocupa la suerte de Venezuela y de sus refugiados en Colombia, pero es necesario atender también nuestra casa, ponerla en orden.
Al Gobierno no le queda otra salida social: atacar con medidas urgentes la tasa de desempleo.
No puede dormir tranquillo el presidente Duque con millones de colombianos clamando un trabajo.
No pueden estar conformes los empresarios con tanta informalidad.
Comerciantes no deben estar a gusto con semejante aumento del desempleo.
Inversores tienen que estar preocupados de ver que sus capitales y negocios no se reflejan en nuevos empleos.
Tiene que estar muy preocupada la clase política por lo poco que legisla a favor del trabajo digno y estable.
Conglomerados económicos tendrían que estar muy inconformes con lo que pasa en las calles, en los hogares, en las familias sin pan ni sustento.
Las centrales obreras deben estar en máxima alerta por aumento de la pobreza, el hambre en varias regiones, la inseguridad, el desempleo y los bajos salarios de trabajadores.
Los banqueros del país deberían sentir pena de lo que ocurre con casi tres millones de desocupados y más de 7 millones en el rebusque diario.
Incomprensible que entre 12 y 2 de la tarde, cada día, hay uno o dos cajeros en grandes sucursales bancarias. Y habiendo tanto desempleo afuera.
Indispensable un pacto social por el empleo.
Urge un acuerdo nacional para generar trabajo.
No puede gobernar tranquilo el presidente Duque viendo lo que hay.
Políticos deberían sentir culpa del actual desaliento social.
Candidatos a alcaldías y gobernaciones, ajenos a nuestra realidad.
No vamos igual que ayer, peor.