Hace poco, un parlamentario comentaba, por Caracol Radio, que la eutanasia no llegó a ser ley por un voto, pero que el año entrante se legalizará. Este “padre de la Patria” insinuó -casi en son de burla- que los “creyentes” fueron los responsables del fracaso del derecho fundamental de decidir sobre la propia existencia. No supe si fue ignorancia o cinismo, siendo que la ignorancia es atrevida y el cinismo es argumentar con mentiras. Y cómo un parlamentario no puede ser ignorante este debe ser mentiroso. ¿Dónde dice nuestra Constitución que la eutanasia o el suicidio es un derecho fundamental? Otra cosa es la ortotanasia o cuidados paliativos.
Declarar la eutanasia como derecho fundamental es un argumento imperdonable en un congresista, cuando nuestra Constitución establece, expresamente, los derechos fundamentales, partiendo de la dignidad humana como su fundamento (Título I artículo 1), reconociendo, así, que el derecho a la vida es inviolable (Artículo 11): píntenlo como lo pinten. Más cuando (Capitulo 46.) establece que el Estado, la sociedad y la familia concurrirán para la protección y la asistencia de la personas de la tercera edad y promoverán su integración a la vida activa y comunitaria. […] El Estado adelantará una política de previsión, rehabilitación e integración social para los disminuidos físicos, sensoriales y psíquicos, a quienes se prestará la atención especializada que requieran (Artículo 47.). Cuando los, ¿siempre, sufren de algo terminal? Para buenos entendedores pocas palabras basta.
Que culpen a los que creemos en la vida eterna de un fracaso legislativo es ofender las mayorías nacionales, es ignorancia vergonzosa, ideologías infantiles, egoísmo enfermizo. Es querer tapar el sol con las manos. ¿No será que la corrupción, la pornografía, en invierno demográfico, el desastre ecológico, las desigualdades sociales, la ignorancia…son resultado de desconocer el binomio ciencia y fe?
Benedicto XVI aclara que: la ciencia, si bien es generosa, solo da lo que tiene que dar. El ser humano no puede depositar en la ciencia y en la tecnología una confianza tan incondicional como para creer que el progreso de la ciencia y la tecnología pueden explicarlo todo y satisfacer plenamente sus necesidades materiales y espirituales. La ciencia no puede sustituir a la filosofía y a la Revelación, dando una respuesta exhaustiva a las cuestiones fundamentales del hombre, como las que conciernen al sentido de la vida y de la muerte, a los valores últimos y a la naturaleza del progreso.
Albert Einstein también tiene mucho que decir al respecto: solemos inclinarnos ante la premisa histórica de que la ciencia y religión son dos entes irreconciliablemente antagónicos (…) Yo opino, por otro lado, religión es el estímulo más alto de la investigación científica (…) ¡Qué fe más profunda en la realización del universo construido, y qué anhelo por comprender, aun cuando fuera solo una parte pequeña de la razón que revela este mundo, tenían que animar a Kepler y a Newton para que fueran capaces de desentrañar el mecanismo celeste con el trabajo solitario tantos años¡ (…) Es la Religión cósmica lo que da fuerza…