Lunes, 30 de Mayo de 2016
Secuestrones
Si se hiciera una encuesta en Colombia sobre cuál es el delito o los delitos que más rechazo provocan hoy en la sociedad, sin duda que el secuestro debe ser el primero o uno de los primeros.
Pero no siempre ha sido así. El secuestro era un delito que hace algunos años no era una preocupación generalizada de la gente. En principio era un problema solo de “los ricos”, de modo que a la mayoría de la población la tenía sin cuidado su ocurrencia. No todos eran don Oliverio Lara, ni tenían los recursos para pagar un rescate.
Después la izquierda en armas se inventó los secuestros políticos. Los de José Raquel Mercado o Álvaro Gómez; el especialmente cruel de Gloria Lara. Y los económicos. Encontraron un filón en los narcotraficantes hasta que Pablo Escobar y sus secuaces fundaron el MAS para el rescate de Martha Nieves Ochoa de manos del M-19. La recuperaron y de paso quedó sellada una alianza criminal aún no explicada suficientemente entre el M y el narcoterrorismo escobariano.
Pero aún entonces, el secuestro no era una preocupación general. Seguía siendo un problema de ricos, legales e ilegales y de políticos importantes.
Fueron las Farc las que popularizaron el secuestro y de paso lo volvieron un temor generalizado de todos los colombianos. De ricos y pobres, de famosos y de anónimos. Las “pescas milagrosas” que alias “Romaña” se inventó, en las que ese grupo guerrillero decidió que cualquiera que tuviera un carro, con independencia de marca o modelo, era rico. Eso nos volvió víctimas potenciales a todos.
Y a los más pobres, las Farc también les llevó el terror, cuando empezó a internar en campos de concentración infernales a los soldados y policías que secuestraba en cada operación militar.
El Eln resurgió de las cenizas de la operación Anorí con la que el Ejército Nacional lo había prácticamente aniquilado, gracias al secuestro y la extorsión. La Mannesmann y hasta los esposos Mauss hicieron económicamente poderoso el fanatismo religioso de ese grupo criminal.
Aquí todos han secuestrado. Hasta el Estado que lo hizo en forma de desaparición de sindicalistas, de abogados de DD.HH., de líderes estudiantiles o en general de luchadores sociales. Y los particulares. La gente normal adoptó el método mafioso de “levantar” a una persona para cobrar una deuda.
En los anales judiciales hay múltiples registros de señoras apacibles de barrio, desesperadas por una deuda no pagada, que no encontraron mejor forma de cobrarla que asociarse con un par de nietos o sobrinos para privar de la libertad a un deudor hasta que su familia pague. O las madres que técnicamente secuestran a su propio hijo para escondérselo al padre o para exigirle que pague los alimentos debidos.
Por eso, la reacción generalizada de condena contra el reciente secuestro de los periodistas de Caracol, RCN y El Tiempo es un buen síntoma.
Solo seremos una sociedad, no digamos justa, sino apenas decente, cuando nos duelan los secuestros de todos. Cuando no haya discursos de la derecha justificando las desapariciones, ni de la izquierda, llamando retención los secuestros políticos o económicos.
@Quinternatte