ARRECIFES
Eco-Ilógicos
UNA de las pocas políticas públicas que ha trascendido la ideología de los Alcaldes Mayores que hemos elegido en Bogotá, ha sido la de estimular el uso de la bicicleta como vehículo de transporte habitual y no como ocasional instrumento recreativo o de ejercicio físico.
Desde la lejana época en la que don Augusto Ramírez Ocampo inauguró la ciclo vía dominical hasta la actual en la que el Distrito dice que hay 376 kilómetros de ciclorutas, el tema se ha consolidado de manera irreversible. Y está bien que así sea. Representa un gran alivio económico en gastos de transporte para muchas gentes, disminuye la contaminación atmosférica y, dicen, que andar en bicicleta sirve hasta contra el zika.
Pero tanta belleza junta no podía ser cierta. Todas las cifras de kilómetros recorridos a diario por los ciclistas o de reducción de sus niveles de colesterol por el vigoroso ejercicio que realizan, no justifican la franca mala educación que caracteriza a casi todos esos sujetos.
Como pasa en Colombia con cualquier vehículo, el oficinista tranquilo y reposado del día se transforma en un verdadero psicópata de la vía apenas aborda el suyo. Automóvil, motocicleta o bicicleta, les saca su peor personalidad.
El auge de la bicicleta como medio de transporte ha creado una nueva especie: el asesino ecológico. Es un individuo que desde la superioridad moral de su vehículo no contaminante se cree autorizado a, literalmente, llevarse a todo el mundo por delante. No salen a comerse el mundo sino a atropellarlo.
Son tan superiores que están por encima de las leyes. Sobre todo de las de tránsito. Para ellos los semáforos no son más que adornos de curiosas luces rojas, amarillas y verdes que penden en algunos cruces. Casi todos parecen analfabetas, pues no saben leer una palabra tan simple como “Pare” y menos aún interpretar su significado. Como cualquier terrorista no le importa que sus víctimas sean ancianos, mujeres o niños: atropellan indiscriminadamente.
Los vehículos y sus conductores son enemigos que les ocupan las calles que deberían ser ciclorutas. Todo automovilista es un insensato que prefiere pagar gasolina, impuestos, seguros, y someterse a revisiones periódicas y tablas de impuestos siempre temporales e inciertas, por el puro placer de hacerle daño al planeta.
Y hay algo peor. Los ciclistas farsantes. Esos que andan muy orondos en bicicletas con motor, a mayor velocidad y sin ningún esfuerzo físico propio, por ciclovías y, peor, cicloandenes. Tiene toda la razón Jeremy Clarkson, el inglesísimo conductor de Top Gear: Algunos ciclistas no son una especie salvable.
@Quinternatte