Hugo Quintero Bernate | El Nuevo Siglo
Martes, 13 de Octubre de 2015

“Un ejemplo notable de independencia y autonomía”

ARRECIFES

Verano y política

 

La  Superintendencia de Industria y Comercio, a cargo de Pablo Felipe Robledo, acaba de imponerle una ejemplar sanción al oligopolio de los azucareros del Valle que convertidos en un verdadero cartel, impidieron las importaciones de azúcar a Colombia. Más allá de si el soporte probatorio es tan sólido como para mantener la decisión o de si las conclusiones jurídicas son las correctas o no, lo que debe valorarse de esa actuación es el cambio revolucionario que dentro de la estructura del Estado significa que una Superintendencia se tome en serio sus atribuciones constitucionales y legales.

Las Superintendencias en Colombia han sido simples escampaderos de políticos quemados o de su hijos en trance de iniciar sus propias estructuras clientelistas. Y cuando no han sido eso, sus directores han sido funcionarios siempre en la cuerda floja de la estabilidad agitada por el poder político de sus poderosos controlados. La de Notariado y Registro no hace mucho estuvo en manos de uno que cambiaba vacas por notarías, compadre del Presidente de la República de la época, para más señas. La Financiera vio nacer, crecer y reproducirse todo el escándalo de DMG sin que atinara a moverse, o haciéndolo con la misma lentitud paquidérmica que se usa para “estudiar” los abusos de la banca. Y la de Sociedades de Vélez nunca pudo explicar satisfactoriamente la lentitud de su reacción al escándalo de Interbolsa.

El ejemplo de independencia y autonomía que hoy significa la SIC, debería trasladarse no solo a otras Superintendencias, sino sobre todo a las CAR que son las instituciones que deben velar por el manejo de las cuencas hidrográficas y el manejo medioambiental de las regiones.

La crisis del agua que hoy afronta la mayoría del país no se debe solo al fenómeno de El Niño, sino que dentro de sus causas más importantes está el pésimo manejo medioambiental que se hace en el país de todos los factores que lo constituyen. Las CAR de todo el país, cualquiera sea el nombre que adopten, están en manos de la politiquería.

El Lago del Cisne en Barranquilla o las quemas de manglares en el Parque Salamanca, la desecación de la Ciénaga Grande en el Magdalena, la sobreexplotación de Betania en el Huila o la conversión del río Bogotá en la mayor cloaca del país, son ejemplos pequeños, medianos y gigantes de la forma criminal como se tratan las fuentes, reservorios o el agua misma. Y todo eso se hace ante la vista gorda y no siempre desinteresada de directores sin ninguna sensibilidad medioambiental.

Se acercan las elecciones de esas corporaciones. La de la CAR será el próximo 20 de octubre y el tema está en tan absoluto silencio que eso únicamente puede ser motivo de preocupación. Los politiqueros son como los niños, cuando están en silencio es que alguna maldad están haciendo o tramando.

Esperemos que las angustias de ver el agua evaporada y la evidencia obvia de que es necesario adoptar medidas urgentes de conservación y producción los haga reflexionar. Porque entre las Farc y las CAR no se nota ninguna diferencia cuando se trata del medio ambiente.

@Quinternatte