Hugo Quintero Bernate | El Nuevo Siglo
Martes, 24 de Febrero de 2015

¿Liberalismo?

 

Probablemente nadie lo crea y hasta les parezca un simple mito urbano, pero hubo una época en este país en el que había una agrupación política cuyos dirigentes creían y algunos hasta se hicieron matar por llevarlo a la práctica, que la educación debería ser universal y laica; que el Estado y la religión deberían tener una separación absoluta; que la propiedad tenía una carga social y que la prensa tenía que ser libre pero responsable.

A don JoséMaría Samper, de los radicales de antes, de esos a cuyas espaldas no ocurría nada, se le debe la existencia de la Universidad Nacional y a Alfonso López Pumarejo la reforma que la engrandeció, a Alberto Lleras Camargo el país no tiene con quépagarle el ejemplo de ética y moral de lo que debe ser un gobierno nacional, asísea de partido. Ese partido, era el Liberal, el mismo en el que igual se acomodaron estadistas de la talla de los Lleras que guerreros de la de Guadalupe Salcedo o Rafael Uribe, pero que terminócooptado por los terratenientes que antes le temían, los pájaros que siempre lo perseguían o los curas que siempre lo condenaron.

El liberalismo, o lo que de él se conocía en Colombia, ha ido muriendo poco a poco. Al Instituto del Pensamiento Liberal lo liquidaron por “subversivo”como lo denuncióAlpher Rojas, uno de sus últimos directores en su reciente renuncia, por propugnar por formas diferentes para el manejo del Estado que las del neoliberalismo, que, paradójicamente, es el más reciente nombre que adoptóel conservadurismo.

Aunque la Ley de Víctimas y la de Restitución de Tierras parecían indicar que el liberalismo intentaba recuperar su vieja vocación social, fueron ilusión pasajera que cada día se marchitan más como letra muerta de la que abunda en nuestras leyes.

Ahora, frente a uno de los debates más históricamente importantes en materia de justicia, equidad y derechos, el liberalismo no solo no ha adoptado una posición ideológica unificada, sino que algunas de las voces más cavernarias provienen de su seno.

La lucha de la comunidad LGTB para ser considerados como personas con los mismos derechos que los de otros gustos sexuales, entre ellos el de formar una familia con hijos, propios o adoptados, ha sacado lo peor del Partido Liberal.

Es absolutamente contrario a los principios inspiradores de esa agrupación política que en sus filas haya senadoras que con discursos estrictamente religiosos no solo se les oponga al derecho de criar hijos, sino que pretenda liderar una reforma constitucional para prohibírselo a ellos y a todos los demás que no forman eso que llama “familias óptimas”.

La “normalidad”por decreto o por reforma constitucional es tan aberrante como la discusión que no hace muchos siglos lideraban las Vivianes de entonces, de la mano de sus confesores de cabecera, para sostener la legitimidad de la esclavitud, sobre la base de que los negros africanos no tenían alma.

Esos mismos sostienen hoy que es preferible entregarle un niño en adopción a Adolfo Hitler y Eva Braun que al pecador de Óscar Wilde.

@Quinternatte