HUGO QUINTERO BERNATE | El Nuevo Siglo
Martes, 1 de Julio de 2014

Prohibilandia

 

El campeonato mundial de fútbol Brasil 2014 ha sacado lo mejor de nuestra maravillosa Selección Nacional y lo peor de algunos de sus aficionados y de los gobernantes de las ciudades. Desmanes públicos de relativa gravedad se han presentado en Bucaramanga, Pereira y Bogotácon la excusa de festejar los triunfos y en algunas ciudades, sobre todo en Bogotá, el índice de la tasa de homicidios ha subido vertiginosamente en cada día de celebración.

Desde aquella trágica celebración del 5 a 0 contra Argentina, con su casi centenar de muertos, echamos de menos un ensayo o algún estudio científico que explique por quélos colombianos tenemos esa tara de convertir fiestas en tragedia. Y no solo las futbolísticas, sino algunas otras. Es asombroso, pero uno de las fechas más violentas, sobre todo en Cali, es la celebración de la fiesta de la madre.

Más desconcertante aún es la respuesta de las autoridades. Siempre la misma: toque de queda, ley seca y prohibiciones de arrojarse harina, y ahora, espuma. Parece que ninguna ciudad, a excepción de Barranquilla, sabe celebrar.

En Bogotá, por ejemplo, donde hay un gobierno supuestamente de izquierda, el Alcalde Mayor no solo resultómás prohibicionista que cualquiera de derecha, sino que además ha terminado atribuyéndoles estadísticas falsas a las celebraciones. El domingo pasado el general Guatibonza tuvo que salir a los medios a desmentir los 8 muertos que un trino del Alcalde atribuyóa los festejos del triunfo sobre Uruguay.

Es imposible tapar con un dedo el sol de los desmanes que se presentan en las multitudes que se echan a la calle a festejar los triunfos de la Selección Colombia. Pero las medidas de las autoridades no pueden limitarse a la vía fácil del prohibicionismo absoluto. La ley seca, por ejemplo, es un grave atentado contra las libertades individuales que reconoce la Constitución Nacional. Es además una limitación excesiva e injusta de la libertad de empresa. Cuánto dinero en ventas les cuesta a los negocios legalmente establecidos la reacción primaria de los alcaldes de impedirles la venta de bebidas alcohólicas justo los días en que más venden. En contrario, la informalidad se dispara y el licor u otras sustancias circulan sin control alguno.

Los colombianos estamos tan acostumbrados a la limitación de nuestros derechos que ya ni siquiera se nos hace raro que los restrinjan. Medidas que en otros países son inconstitucionales aquíno. Detener a cualquier ciudadano en la calle sin causa probable alguna y sin respeto por su presunción de inocencia o retenes que cada policía hace a su voluntad donde y cuando quiere, son pan de cada día que solo padecemos nosotros. Y por la misma vía va la ley seca y el toque de queda.

 

En contrario de esas medidas restrictivas, no hay ni una sola campaña de educación sobre el manejo del licor o sobre la tolerancia que implica el uso del espacio público. Pura represión y cero educación parece el lema de todos los alcaldes, sin distingos de ideología. Como sigamos así, para el próximo partido van a terminar prohibiéndonos los televisores.

@Quinternatte