¿Reinsertados?
Por estos días recordé un viejísimo debate en la Sala de Casación Penal de la Corte Suprema de Justicia, suscitado a raíz de la libertad anticipada que reclamaba un guerrillero. La Corte se planteaba, si era posible afirmar objetivamente que el condenado estaba “resocializado”cuando su delito era precisamente tratar de cambiar la sociedad y nunca había abjurado de su propósito, y menos de sus métodos.
Los procesos de paz que desde el siglo XIX se han verificado en el país, buscan, y así lo declaran expresamente, “reinsertar”en la sociedad a todos aquellos de quienes reconoce que tuvieron la necesidad de excluirse de ella por acudir a las armas para defender sus ideas o para intentar imponerlas.
La reinserción supone, que el desmovilizado reconoce lo equivocado de sus métodos, aunque se mantenga en su propósito. El cambio es abrupto pero debe ser sincero. Acepta someterse a las reglas del juego de una democracia, a la que puede aspirar a modificar, pero no a destruir, todo dentro de algo, que normalmente ha combatido: la Constitución y la ley.
El tema adquiere actualidad ahora que la Procuraduría General de la Nación acaba de sancionar al Alcalde Mayor de Bogotá con la destitución del cargo y una inhabilidad de tres lustros. Exagerada sanción, dicen unos, refiriéndose a la inhabilidad; sesgada ideológicamente dicen otros; injusta, reclaman los demás; y orquestada políticamente, dice el resto.
El destituido la llamó todo eso y algo más. Descalificó jurídica, moral y políticamente a su Juez disciplinario y se declaró mártir de la democracia que, dice, representan los más de 700.000 votos que le dieron la minoría precaria que lo eligió.
La actitud del Alcalde Mayor es el mejor ejemplo de un insurgente que aunque tenga el cuerpo en la legalidad, sigue teniendo el alma en el monte. Reclamar que su condición de reinsertado lo blinda contra las violaciones legales o reglamentarias en que pueda incurrir en el ejercicio de sus funciones públicas, es lo más antidemocrático. La igualdad ente la ley es el primer valor democrático. Y tiene mayor deber de respeto aquél que no solo contribuyó a la construcción de esa ley -Código Disciplinario- como legislador, sino que tuvo la opción de elegir a su Juez Disciplinario, y lo eligió.
No está mal que sus seguidores protesten y hagan vigilias, pero lo que no puede hacer el destituido es encenderlos con su verbo fácil, ni acudir a maniobras de tinterillo, escondiéndosele a la notificación. Lo uno y lo otro, son mensajes equivocados contra las reglas de juego que aceptó cuando se reinsertó.
La Justicia como valor esencial de la democracia no puede tener un valor cuando sus decisiones lo favorecen y otro cuando no. Es una sola y debería estar a salvo de cualquier manipulación política, aunque puedan existir.
Cuando en democracia hay una decisión que no le favorece a un gobernante, debe discutirla dentro de los cauces normales que el sistema le otorga. Siempre será más difícil argumentar un recurso que disparar un fusil. Pero precisamente en eso consiste la democracia: en silenciar las armas y disparar la razón.
@Quinternatte