HUGO QUINTERO BERNATE | El Nuevo Siglo
Martes, 8 de Octubre de 2013

¿Apología o consideración?

 

Una de las características más típicas de la idiosincrasia colombiana es la que ilustra el viejo cuento de la gente que clama en la calle que atrapen al ladrón para que una vez atrapado griten con el mismo entusiasmo que suelten al pobrecito.

No se sabe cómo, ni de qué manera, empezó a hacer carrera en la sociedad colombiana una percepción permisiva con el delito, que busca siempre alguna justificación de los criminales. Es como si todos los colombianos tuvieran el mismo profesor de criminología crítica y hubieran salido de clase decididos a cobrarle a la sociedad todas sus culpas en la producción de condiciones para delinquir.

En esa línea, un periódico de circulación nacional, de esos que deberían tener mayor responsabilidad social, dedicó reciente reportaje central a dolerse de la tragedia de una familia que tiene varios miembros presos en el exterior, especialmente en China, por delitos de narcotráfico.

La historia se presenta más asociada a la supuesta necesidad que los hizo narcotraficantes que a la ambición que los hace arriesgar su libertad y hasta su vida, con el único y definido propósito de enriquecerse prontamente. Justificar a partir de las deudas, la mala situación económica o el desempleo, la incursión en actividades delictivas, es una manifiesta ofensa contra la gran mayoría de la población nacional, que no solo vive acosada por la necesidad, sino partiéndose el lomo en trabajos a veces indignos, pero siempre lícitos, para sobrevivir y asegurarles a sus hijos un futuro menos malo que el de su propio presente.

Más allá de que la cruzada contra las drogas sea una de las mayores estupideces que la humanidad jamás ha acometido y que a Colombia se le haya impuesto cargar con la peor parte, lo claro y actual es que el narcotráfico es de las peores pestes que nos ha tocado padecer. Los enormes perjuicios que los barones de la droga le causan al país, no solo se cuentan en miles de muertos. También hemos tenido que padecer la distorsión de la economía, el arrasamiento de nuestros referentes éticos y la desaparición de los valores estéticos de la sociedad.

Por eso, que el periódico de mayor circulación nacional haga eco a campañas de presión al Estado colombiano para que interceda ante las autoridades chinas para suavizar las condenas de quienes decidieron a ciencia y paciencia viajar a ese lejano país con el único y definido propósito de violar su ley penal, es mucho más que un error, es una inmoralidad.  

No se entiende cómo los mismos que piden mano dura en el interior contra el que decide ponerse una camiseta y asesinar a los seguidores del rival de su equipo, ahora piden mano suave contra nuestros “pobrecitos narcos” en el exterior.

A quienes los mueve la ambición de enriquecerse rápida y fácilmente y en ese camino están dispuestos a llevarse por delante las leyes de su país o de los ajenos, hay que recordarles las palabras de Belisario Betancur en la catedral de Neiva durante el funeral de Rodrigo Lara Bonilla, asesinado por narcotraficantes: ‘Los criminales no tienen más patria que el dinero’.    

@Quinternatte