Hugo Quintero Bernate | El Nuevo Siglo
Martes, 26 de Mayo de 2015

A regañadientes

 

Ayer en el Templete de la plaza “Salvador del Mundo”en San Salvador, República de El Salvador, ¡por fin!, fue beatificado monseñor Óscar Arnulfo Romero Galdámez. En una hermosa ceremonia, en la que no faltóel oportunismo político de los comprometidos en su asesinato, se oficializósu “Inscripción en el número de los Beatos”de la Iglesia Católica.

Monseñor Romero nunca fue bien visto por la jerarquía católica tradicional. Y menos aún por las “autoridades”civiles y militares del país, las mismas que al mando de Roberto d´Aubuisson terminaron comprometidas en su asesinato. Un crimen sacrílego perpetrado por un asesino a sueldo que lo matócuando oficiaba la Eucaristía en la Capilla del Hospital La Divina Providencia.

Los mismos que lo asesinaron, aunque con otros nombres y otros cargos, intentaron silenciar su memoria. Juan Pablo II y Benedicto XVI, nombre que adoptócomo Papa el pastor alemán Joseph Ratzinger, fueron declarados enemigos de su beatificación, al punto que la mantuvieron “suspendida”. Fue necesaria la refrescante presencia de S.S. Francisco para reactivar y finalmente aprobar el ingreso a los altares del mártir Monseñor Romero. Era obvio que Juan Pablo II y Benedicto XVI, que decretaron prematura y alborozadamente la beatificación de Escriváde Balaguer -para vergüenza de la Iglesia-  se resistieran a la de Monseñor Romero.

Ellos, los mismos que silenciaron a Leonardo Boff y a Hélder Câmara, que ignoraron el martirio de Ignacio Ellacuría o humillaron en público a Ernesto Cardenal y no se soportan la Cristología de Jon Sobrino, les parecía “sospechoso”un arzobispo salvadoreño que había elegido la opción de los pobres, condenaba la opresión y que, como lo anota S.S. Francisco en la carta que saluda su beatificación: “con corazón de padre, se preocupóde las mayorías pobres, pidiendo a los poderosos que convirtiesen las armas en hoces para el trabajo”.

Monseñor Óscar Arnulfo Romero representa para la Iglesia Católica y, sobre todo, para la Latinoamericana, la verdadera redención del Credo. En un planeta cada vez más ateo o agnóstico y una jerarquía eclesial cada vez más alejada de la realidad sufriente de los marginados, los homosexuales y las mujeres, beatificar un Obispo que se dedicóa ir en contravía de los poderosos, es luz en medio de tanta oscuridad.

El 24 de marzo que ahora es el día del nuevo Beato Óscar Arnulfo, se rememorarásu asesinato sacrílego. Simbólico en su camino a los altares, haber sido asesinado en plena Homilía y por sicarios de los poderosos a los que fustigaba desde ese mismo púlpito. Fue su Crucifixión. En ese acto, como dice S.S. Francisco se concentran “la violencia de la espada, la del odio”del asesino guiado por sus patrones y la “violencia del amor, la que dejóa Cristo clavado en una cruz (y a Monseñor Romero en el altar), la que se hace cada uno para vencer sus egoísmos y para que no haya desigualdades tan crueles entre nosotros”.

 Debe ser por eso que el también sacrificado por las balas asesinas de los poderosos, Ignacio Ellacuría, decía que “con Monseñor Romero, Dios pasópor El Salvador”. Y…también lo crucificaron.

@Quinternatte