Ni Esmad, ni menos
El paro agrario campesino que en la última semana se ha realizado en el altiplano cundiboyacense y que el Presidente de la República se niega a reconocer, tal como hizo su antecesor con el conflicto interno, se ha convertido en escenario especialmente violento, entre manifestantes y Policía Nacional.
La información que se recibe al respecto es tan sesgada como los intereses que cada quien representa. Las redes sociales están atestadas de mensajes que hablan de “bombardeos” desde helicópteros con gases lacrimógenos, de palizas contra estudiantes detenidos, de “robos” de comida por parte de los policías e incluso circula un video donde se aprecia claramente que un destacamento del Esmad está dentro de una casa, en la azotea más precisamente, requisando y golpeando a un civil.
En algunos noticieros de TV, y en documentos gráficos de los periódicos, pueden apreciarse imágenes que contrastan ampliamente con la supuesta violencia indiscriminada de la Policía. En éstas, las víctimas son los agentes del Esmad. Así, por ejemplo, en una nota de Noticias Uno, puede apreciarse una escuadra policial atacada por una turba que armada de palos y piedras los obliga a replegarse.
En otros lugares tampoco les va mejor. El Director de la Policía se queja de la muerte de uno de sus hombres en uno de los municipios de la Sabana y de las heridas que han recibido más de 164 efectivos, mientras en recientes pedreas en la Nacional, se observa claramente a encapuchados izando una bandera de las Farc.
Aunque algunos sostienen las tesis maoístas de la supuesta pureza y absoluta bondad de “las fuerzas campesinas” que se movilizan contra el capitalismo salvaje, muchos otros, especialmente los usuarios de la carretera Tunja-Bogotá o Chiquinquirá-Bogotá que en el puente pasado debieron soportar las agresiones de esos “campesinos” contra sus vehículos e integridad física, piensan que no son tan nobles, ni tan pacíficos como parecen.
Más allá de métodos violentos usados por los manifestantes o por la Policía, lo cierto es que cada vez es más claro que en Colombia no hay una cultura de la protesta, ni de su control por parte de las autoridades. La protesta social se deslegitima cuando se usan métodos violentos de manera indiscriminada que no respetan ni el libre derecho a la movilización de la población, ni la garantía de servicios mínimos y menos aún la integridad física de la Fuerza Pública. Y ésta a su vez, pierde legitimidad cuando abusa de fuerza y uniforme para arremeter desproporcionadamente contra los manifestantes sin distinción alguna de su actividad o pasividad en los hechos.
Allanamientos abusivos de domicilios privados, como se observa en un video en la red, por parte de la Policía, son procedimientos criminales. Y también lo son los de los civiles que los atacan con piedras, papas explosivas, gasolina, orines e incluso bala.
Es probable que logremos un nivel aceptable de convivencia cuando la protesta social no considere el vandalismo y la agresión contra las autoridades como parte suya, y la Policía entienda que aunque tiene derecho a defenderse, no lo tiene de maltratar a sus agresores.
@Quinternatte