HUGO QUINTERO BERNATE | El Nuevo Siglo
Martes, 21 de Mayo de 2013

Negacionistas y apologistas

 

Como si en Colombia no tuviéramos ya suficientes conflictos, nos ha dado por importar los ajenos. De un tiempo para acá, sin que haya un motivo aparente, ahora resulta que algún sector de la población decidió declararse nazi y, por contraste, otros han decidido ser judíos.

La ridiculez de ver mestizos nacionales adscritos a doctrinas arias de pureza de raza e inspirando, como decía Guillermo Valencia en “Palemón el Estilita”, “el horror a los judíos y el horror a las judías”, solo es superado por todos esos semitas de ocasión que aunque no tengan ni idea de la significación de La Torá, les parece muy “in” declararse judíos y más israelíes que Yair Klein.

Esos tan preocupados por el holocausto que sufrieron a manos del nacional socialismo tantos europeos -judíos, gitanos, homosexuales, comunistas, discapacitados, etcétera- son los mismos que ignoran, deliberadamente en algunos casos, el de los pueblos nacionales: Kankuamos, Koguis, Guahibos, Awás o simples campesinos pobres asesinados sistemáticamente o dejados morir de hambre como los Nukak Maku.

Uno de esos, escribió en 2006 que “lo que murió con Carlos Castaño fue el significado político de las autodefensas, su sentido como medio para enfrentar las Farc y sostener el derecho de propiedad en el campo y con ese derecho una manera de concebir la vida”.

Ahora que la Corte acaba de condenar a César Pérez por la masacre de Segovia (Antioquia) perpetrada por una banda paramilitar y declarar los hechos probados como “(…)un acto demencial de retaliación política contra los habitantes de ese municipio”, que además estima como un delito de lesa humanidad, caben varias preguntas.

Cuando ese columnista y sus seguidores avalan “el significado político de las autodefensas” y advierte -en 2006, se repite- que “es hora de que resucite su elemental pero preciso ideario”, ¿estaría consciente de que las masacres de población civil eran parte integral de ese “ideario”? ¿Y de que la de Segovia se cometió para castigar a una población por haberle dado democráticamente la Alcaldía y la mayoría absoluta en el Concejo municipal a la Unión Patriótica?

El “medio para enfrentar las Farc y sostener el derecho de propiedad en el campo y con ese derecho una manera de concebir la vida,  que el columnista menciona, ¿incluye esa masacre y otras como las de Mapiripán, El Salado, Trujillo, Chengue, etcétera?

“El elemental, pero preciso ideario” que el columnista añora de Castaño, ¿incluye los desplazamientos forzados y el robo de tierras a los campesinos pobres que como política general implantó el paramilitarismo? Y será eso lo que él llama “sostener el derecho de propiedad en el campo”.

En casos como esos, el Constitucional español dijo, al juzgar una norma igual al 102 del Código Penal colombiano, que la promoción de esas ideologías no puede ampararse en la libertad de expresión pues “carece de cobertura constitucional la apología de los verdugos, glorificando su imagen y justificando sus hechos cuando ello suponga una humillación de sus víctimas”.

Es obvio que para las víctimas colombianas, constituye mayor humillación un prestigioso columnista añorando el ideario de Castaño, que un anónimo cabeza rapada el de Hitler.

@Quinternatte