Azules y vacíos
“Sitp complicado por enredos técnicos y trabas burocráticas”
Uno de los componentes más importantes de los programas de agilización del infernal tráfico bogotano es la organización de todo el sistema de transporte público como una gran red que se articule sincronizadamente para llevarnos de la casa al trabajo y viceversa.
SITP es el pomposo nombre del programa que aún no despega completamente y que muestra, entre otros, el lamentable espectáculo de la mayoría de los buses azules recorriendo vacíos las calles atestadas.
La idea, teóricamente buena, ha venido complicándose por trabas burocráticas, enredos técnicos o franca oposición de las tradicionales mafias que siempre han manejado el transporte público. Esas mismas que, por ejemplo, decidieron que la estación El Dorado, del transmilenio de la calle 26, queda exactamente a dos kilómetros del aeropuerto a donde debería llegar.
Y el Estado les ayuda mansamente. Por temor, o porque también está cooptado o por simple conveniencia política o económica, adopta medidas que parecen diseñadas para perder de antemano cualquier batalla, o para perjudicar o, por lo menos, hacerle muy poco amable al usuario la migración del viejo sistema a uno nuevo, organizado y eficiente.
Un botón sirve de muestra. Probablemente ninguno de los “genios” que diseño el Sitp y el acceso a los buses azules mediante “Tu llave”, ha pisado una calle real, como para medir lo absurdo del acceso a la dichosa tarjeta.
Si el usuario tiene la desgracia de estar en el centro, diga Ud., en el Palacio de Justicia o en el propio Liévano, lo primero que debe hacer es ubicar la información a través del boca a boca o, si lo prefiere en la confusa página web del sistema.
Alguna alma caritativa le dirá que debe ir hasta una papelería ubicada en la carrera 3ª con Avenida 19. Pero no es el establecimiento comercial donde la venden, sino que afuera de ese lugar, usted debe abrir el ojo para ubicar un señor con un chaleco identificatorio (si el hombre se fue a almorzar o al baño: “fregose venta macho (…)”).
El del chaleco le exigirá cédula y en una hoja de papel, que parece un formulario, tomará todos sus datos personales: Cédula, dirección física y electrónica, profesión, etcétera. El del chaleco le devolverá formato y cédula -el hombre verifica que el de la foto sea uno- para que, ahora sí, entre a la papelería, donde una empleada de “Tu llave” ingresará los datos en un computador. Al finalizar le entregará, ¡por fin!, una reluciente tarjeta verdiblanca en la que aparecen su nombre y número de cédula.
Entonces usted decide cargar la tarjeta. Saca dinero y lo entrega a la empleada para el efecto. La dama lo mirará, como si fuera un troll y, con cara de pocos amigos le dirá: “No señor aquí no se hacen recargas, eso es en otra parte”. Y lo manda a “la carrera 10ª o a la calle 26”.
En ese momento, uno empieza a buscar a los que recogen las firmas de la revocatoria y a rezar para que el del taxi no sea de los que hacen “paseo millonario”.
@Quinternatte