Durante estas últimas semanas se han puesto sobre la mesa de discusión del país, a raíz del tema de la eutanasia, otras formas de llegar a una muerte digna. Esto me lleva a hablar de lo que ha sido la implementación del movimiento hospice en Colombia, dado que esta filosofía mundial del cuidado al final de la vida, utilizando como disciplina de abordaje los cuidados paliativos, son una forma humana, compasiva y centrada en la persona de llegar no solo a una muerte con dignidad, sino de una manera muy sana.
El movimiento Hospice en el mundo surge de la sociedad que reclama la humanización del acto médico y volver a lo esencial, a ese médico que se sienta junto a la cama de la persona enferma a escucharlo, a tomarle la mano y a acompañarlo en ese proceso del final, dando todo de sí para que la persona parta tranquila. Quiero insistir que esto va más allá de la técnica para aliviar el dolor o de tratar los síntomas físicos de los cuidados paliativos, es toda una filosofía que pondera el privilegio de cuidar personas por encima de cualquier otra acción, por esta razón hospice es una forma de vida de muchos profesionales de la salud, que nos dedicamos a identificar el sufrimiento de la enfermedad mal llamada terminal (avanzada progresiva e incurable), en cualquiera de sus manifestaciones y tratarlo para aliviarlo y en muchos casos para evitar todo aquello que lo genere. Cada persona que integra un hospice entiende al que tiene enfrente como un ser humano con todo, con su historia de vida, su sufrimiento, su rol en la sociedad, sus vínculos afectivos y no se limita a verlo como una enfermedad o como un síntoma. Lo acompaña, lo escucha, lo ayuda, también hace lo mismo con su familia, realizando un acto de genuino amor por el otro, con el objetivo que parta de la mejor manera, cerrando sus ciclos, acompañado de su familia, aceptando su enfermedad y sus síntomas como una manera de aprender y enseñar fortaleza, dignidad y dejar un legado a sus seres queridos. Nunca prolongamos el sufrimiento ni obligamos a nadie a padecerlo.
Hace 8 años yo me dedico a esto en Colombia porque entendí que a nuestro sistema sanitario le hace falta mucho de esta filosofía, de volver a la esencia del cuidar del otro. Por eso decidí comenzar con el primer Hospice en el país, entrenando personas para que pudieran desempeñar esta labor de cuidar, acompañando hasta el día de hoy 2.673 personas y familias en este proceso del final de la vida, con miles de historias que me llevan a pensar que vale la pena jugársela cada día para aliviar el sufrimiento de las personas que padecen enfermedades graves, pero sobre todo por ir generando habilidades sociales como la gratitud, la compasión, la empatía, la humanidad y la solidaridad por el que sufre.
No ha sido un camino fácil porque somos una sociedad que no ve la muerte como algo natural y como una posibilidad, todo lo contrario, luchamos muchas veces de forma infructuosa contra la enfermedad y contra la muerte, además, extrañamente puedo decir que somos poco agradecidos, solidarios y compasivos. Es más fácil ver como siempre se buscan culpables ante todas las vicisitudes o se le cede a los demás la toma de decisiones sobre nuestra propia vida.
Desde lo personal no soy contrario a la eutanasia como forma para llegar a una muerte digna, porque siempre desde hospice estaré buscando como aliviar el sufrimiento de las personas durante la enfermedad y acompañando a su familia hasta el final, la mayoría de las veces lo hacen de manera natural.