Al servicio del hombre
De plácemes está el Gobierno por las cifras del crecimiento económico. Los resultados del último año se señalaron en el 4.9% y los pronósticos para el actual superan el 4%. Es una tendencia regional, pero no deja de ser un mérito del presidente Santos y de su Ministro de Hacienda por mantener un adecuado equilibrio macroeconómico y vigilar con constancia las metas del desarrollo.
No obstante ser cierto que le va bien al Gobierno nacional, en las cifras que registran los observatorios económicos, hay necesidad de insistir en lo que debe ser un clamor nacional. La economía es un instrumento a disposición del Estado y de la sociedad para lograr metas que correspondan al interés ciudadano. El crecimiento por sí mismo no es un objetivo definitivo y último. Por eso hay que examinar ese resultado a la luz de lo que signifique en beneficios para la sociedad. Es decir, el crecimiento de la economía debe estar ligado al bienestar de la gente. ¿Cómo? Generando empleo, especialmente.
“No es el hombre quien debe estar al servicio de la economía, sino la economía al servicio del hombre”, se anuncia con frecuencia, pero poco se cumple. La verdad es que siempre existe más interés por las cifras que señalan los estudios, los análisis y las encuestas, que por la relación que esos números tienen con el bienestar de la comunidad. Está bien que eso ocurra entre los partidarios del modelo neoliberal: crecer y acumular excedentes y ganancias, que algún día habrá la oportunidad de repartir alguna pequeña parte de ellos. Los socialdemócratas también propugnamos por el crecimiento, pero en el propósito de que se vayan repartiendo equitativamente los excedentes.
Veo con satisfacción las cifras del crecimiento y el desempleo. Pero me preocupa la informalidad laboral y el precario ingreso que recibe la mayoría de las personas económicamente activas. Me causa enorme perturbación saber que somos el segundo país más desigual de América Latina, la región más desigual del mundo. ¿Por qué ocurre? Porque durante épocas, tal vez desde siempre, la economía no ha estado al servicio de todas y todos los colombianos.
Es el viejo pero siempre actual tema del modelo económico de desarrollo, el cual viene incrementando la concentración de los capitales y la mala distribución de los ingresos. Eso propicia la inequidad, que es precisamente lo que debemos combatir.
La educación es el principal instrumento para combatir la desigualdad. Y los impuestos directos a los altos ingresos, a los capitales improductivos y a los bienes suntuarios, son la manera de generar equilibrio y bienestar. Es lo que requerimos.
Colombia no puede seguir dándole la espalda a la desigualdad. Por ética, por equidad, por solidaridad. Incluso por conveniencia. Tantos paros, tantos reclamos, tantas denuncias y protestas, ocurren porque la gente está desamparada, muy pobre, sin servicios públicos, sin destino, sin ingreso, sin respeto humano. El mejor remedio para que haya convivencia es la inclusión, la justicia social, en suma, la vida digna.