El caudillismo en Colombia
La personalidad avasalladora de Rafael Núñez llena varias décadas de la historia colombiana. Durante más de un siglo ha sido y seguirá siendo objeto de luchas y de controversias, de violentas acometidas -Carlos Lozano y Lozano, Manuel Murillo Toro, Otto Morales Benítez- y de apasionadas adhesiones como la obra colosal de Indalecio Liévano Aguirre y el formidable y muy documentado prólogo del presidente Eduardo Santos.
Contemplada su existencia en esta línea del pensamiento se destaca su figura como un poderoso sistema de montañas ideológicas. Basta con decir que sus principios políticos nos siguen gobernando. Ejecutivo fuerte, el Presidente de Colombia es casi un monarca de origen popular. Se acabaron para siempre los capitolios regionales y los presidenticos. No se volvió a hablar de la “República Federativa” y a las regiones se les llaman “Departamentos”. Se superó la fragmentación legislativa, el ejército regional y, lo más importante, al imponer Núñez el manejo a base de concordatos las relaciones con la Iglesia, se terminaron las guerras religiosas.
Rafael Núñez fue un renovador de la vida colombiana, de los que contribuyeron con la ayuda decisiva de Miguel Antonio Caro, a lanzarnos de la cima de un siglo, a la cresta del otro. Núñez les inculcó a los colombianos que es más fructífero y benéfico hacer coaliciones patrióticas que aniquilarnos por odios banderizos.
Rafael Núñez fue un asombroso estratega político. Sabía cuando una sociedad esta madura para cambiar su estructura política. Su frase “Centralización política y descentralización administrativa” aún tiene total vigencia. También gritó: “Regeneración o catástrofe”. Qué oportuna esta última consigna, para la Colombia de hoy, tan desmantelada por los inescrupulosos del sector público y del sector privado. Se comenta que hubo sectarismo e inequidades en la época de la Regeneración. Ningún gobierno, de ningún país es perfecto. Al gran Alberto Lleras Camargo, primer presidente del Frente Nacional, el MRL, dirigido por Alfonso López Michelsen, le señaló fallas protuberantes.
Los períodos presidenciales de Rafael Núñez fueron los más largos en la historia del país. Para Núñez la política era ante todo un juego de la inteligencia. Sabía cómo manejar a los hombres según sus pasiones, ambiciones e intereses. Fue siempre un gran triunfador. Más temible vencido que vencedor, como dijo Pablo Morillo de Bolívar. Despertó al pueblo de su secular letargo, le infundió confianza en sí mismo. Se sentía personero de los más profundos anhelos nacionales y actuaba con la seguridad de un jefe iluminado. No recibía el impulso, lo daba. Fue tan gigantesco en la política Núñez, que dejó mucho más huella histórica que sus colosales contemporáneos: Murillo Toro, Camacho Roldán, Felipe Pérez, Rojas Garrido y tantos prohombres de esa convulsionada época partidista. Con razón se dice en Inglaterra que la historia de un país se compendia en la historia de sus figuras vitales.