Horacio Gómez Aristizábal | El Nuevo Siglo
Sábado, 23 de Abril de 2016

 

Antonio Cancino y el Externado

 

ANTONIO Cancino Moreno marcó época en  el Externado de Colombia y en el ambiente académico por su indomable voluntad de superación personal y humanística. Practicó aquéllo de que no hay “excelencia sin exigencia”. Si el alumno no supera al maestro, los dos perdieron el tiempo.

Nietzche, en Así hablaba Zaratustra, expresó: “Decías que creéis en Zaratustra;  pero, qué importa Zaratustra?. Vosotros sois mis creyentes; pero, qué importan todos los creyentes?... “Ahora os mando que me perdáis y que os encontréis a vosotros mismos; y sólo cuando todos hayan renegado de mí, volveré a vosotros”.

Antonio Cancino vivió en permanente inquietud intelectual. Sus clases de derecho, su participación en los foros, sus teorías en las audiencias públicas provocaban mil polémicas. Prefería la controversia al aplauso y la disidencia al unimismo. Antonio en sus buenos momentos oratorios era todo congestión, ímpetu, chispas, pasión. Y no son así, los buenos oradores. En la tribuna era un espectáculo. Daba la sensación del toro de lidia. Cuando refutaba daba la idea de ser el dueño total del escenario, su contendor se veía disminuido, nervioso y abatido. Dominaba la ciencia penal y manejaba el expediente con la habilidad de un mago.

Un día, un enfermo mental, un oscuro mercenario descargó una ráfaga de balas asesinas sobre “El maestro” Cancino Moreno y este atentado enardeció a Colombia y provocó la protesta de la academia, de la universidad y de los centros más calificados por la cobardía y vileza con que se atentaba contra una vida tan luminosa y destacada del país. Todo esto, y mil razones llevaron al Intercenter Colombia a rendirle homenaje al doctor Cancino, forjador de numerosas generaciones de juristas, magistrado, y catedráticos. Intervinieron en el acto -Hotel Marriott- Juan Carlos Henao, rector del Externado de Colombia y Alfonso Gómez Méndez, ex procurador, ex ministro de justicia y ex Fiscal de la Nación. Lo más selecto de la inteligencia estuvo presente en este memorable homenaje  de exaltación. Fue muy aplaudida la profesora y autora de numerosos libros la penalista Emilssen González de Cancino. En los evangelios se lee esta frase: “Nadie ama más una profesión que aquel que está dispuesto a morir sirviéndola”.  Carnelutti comentaba. Se critica a los abogados por ser tan apasionados en la defensa de sus  patrocinados. Y está bien. El defensor no tiene por qué ser imparcial. Como tampoco puede ser imparcial el Ministerio Público o el adversario privado cuando  sataniza al acusado. Gracias a estas dos parcidades surge la impresionante neutralidad del magistrado, quien sobreponiéndose a las debilidades humanas, falla con ecuanimidad. No sólo en los pleitos, en numerosísimos episodios humanos, surgen conflictos y no es tarea fácil decir rotundamente quién tiene la razón. Un mismo hecho humano, tiene las realidades más diversas insertas en cada uno de los confrontados.

El abogado es el que mejor contribuye a la convivencia humana. Su misión es esclarecer el derecho, no defender el delito.