Andrade y los falsos testigos
EL destacado senador del Huila, Hernán Andrade, ex presidente del Senado y promotor permanente de debates sobre cuestiones de palpitante actualidad, puso el dedo en la llaga al obligar al país a pensar sobre uno de los asuntos más sensibles y explosivos: los testigos falsos. Basta con decir se investigan aproximadamente 6000 perjuros y a pesar de existir condenas contra falsos testigos, siguen sirviendo de soportes para multitud de encarcelamientos arbitrarios. Los expertos afirman que le puede costar al Gobierno, o mejor a nosotros los contribuyentes, “tres billones de pesos” el pago de los perjuicios causados con estas decisiones judiciales arbitrarias.
Recordemos algunos casos aberrantes: la privación de la libertad del actual presidente del Senado, Luis Fernando Velasco, a Nancy Patricia Gutiérrez, Carlos García, el diputado López del Valle y mil casos más. Nada se puede comparar con la tragedia de un encarcelamiento injusto. Ha sido enorme la acogida a mi libro: “El cartel de los falsos testigos, errores judiciales de las altas cortes”. Allí expreso los motivos -son incontables por los cuales se producen estos errores nefastos-. La prueba inducida o provocada. Sí declara contra fulano, le rebajamos a su condena de 20 a 10 años y le damos la casa por cárcel; los “cazafortunas”, si ayuda a desarticular una banda de terroristas, de la que usted hace parte, lo premiamos con dos mil millones; la justicia política, el clientelismo legal, testigos alienados mentales -caso Óscar Iván Zuluaga y Hoyos Aristizábal, (en Europa no se da crédito a los enfermos mentales), los mitómanos; un candidato denuncia a su rival con testigos falsos y se adueña de sus electores; los magistrados estudian algunos casos personalmente, la mayoría de los falsos son elaborados por los mandos medios, muchos cuestionables; por el recargo de trabajo hasta 300 procesos por cada empleado judicial conduce a evacuar casos irresponsablemente; tortura moral o halagos diversos a los testigos, etc. etc.
Los tratadistas afirman que un pueblo puede vivir sin vías de comunicación, sin hospitales y hasta sin escuelas. Vivirá mal, pero vivirá. Pero sin justicia no se puede vivir. Si me despojan impunemente de mis bienes, si pisotean en honor de mi familia, la vida se envilece y se hace insoportable. Sin justicia, impera la ley de la selva, el ojo por ojo y diente por diente.
Juan Gossaín escribió: “El cartel de los testigos falsos coloca al ser humano en un ambiente peor que el infierno. El que no quiere ser vencido, acude a lo ilícito…”