VALOR DE SER Y EXISTIR
Defensa de la familia
NADA viene de tan alto como la justicia. La justicia es reina y señora del mundo. Y nada más noble que el exaltar al “padre”, eje insustituible de la familia. Hay la alegría de ser sano y la alegría de ser justo; pero hay, por sobre todo, la hermosa, la inmensa alegría de servir y vivir para la familia. Y ese es el caso maravilloso del padre de familia. Qué triste sería el mundo si todo estuviera hecho, si no hubiera un jardín que sembrar y una familia que levantar y formar. El que vive para los otros, vive para sí mismo. El secreto de la felicidad esta en dar sin esperar retribución. La tierra da sus frutos para el hombre. La flor perfuma el paisaje con un desprendimiento infinito. El padre pudiera definirse como el que siempre “da”, el que siempre “sirve”.
La palabra del padre tiene alma y poder. El que nos dio la vida, nos formó, nos educó, nos señaló metas y tuvo toda la paciencia para sacarnos adelante. Siempre afirma, levante la frente, pues el ideal está arriba, cerca de la estrella más lejana, más allá de las cumbres inaccesibles. Meditas a solas, porque solo en la soledad y en el silencio podréis oír la voz de vuestro corazón, la euforia de vuestro propio ser, el latido del mundo. Si el destino os trata de asustar, darle la espalda. Se hace para luchar, para ser útil, para ser solidario, para convivir en santa armonía. Nunca olvidamos la permanente actitud pedagógica del buen padre. No os humilláis nunca. En cada ser humano vibra el espíritu de Dios. Si la vida es una carrera de obstáculos, siempre hay que superarlos. La caída es para que nos levantemos con más fervor. Los derechos no se mendigan, pues no son limosnas sino propiedad que se reclama, con el imperativo de la justicia y el documento del deber cumplido. Es decoroso reconocer los errores.
Solo las almas nobles tienen el poder de redimir y de redimirse. La mejor de las enseñanzas paternas es la que recomienda rechazar las pasiones mezquinas. La envidia es la lepra de los débiles, la furia de la impotencia, el estertor de quienes dejaron apagar, para siempre, su última esperanza. El odio es tóxico. Por nada, ni por nadie, se debe envenenar la existencia.
Es enriquecedor pensar en todo lo que un padre hace por sus hijos, esto fortalece e impulsa a la persona a nuevas faenas, nobles y fecundas faenas, que mantener vivas las sabias enseñanzas paternas, llenas de energía creadora y de fuerza moral irresistible. Estas palabras mantienen viva la fe, la esperanza y la grandeza intima.
Un padre no es únicamente un progenitor. Es mucho más: es nuestro amigo entrañable, el mejor maestro, un guía, un apóstol, un soñador. Siempre está soñando en el futuro victorioso de sus hijos.
Nada puede superar el perfume de la patria y la dulzura incomparable de los afectos familiares. La vida de familia. Ese es el estado natural del hombre, Es el estado a que el hombre, en cualquier situación en que se halle, tiende irresistiblemente. El amor embelleciendo la vida y suavizando las penas. “Dadme una familia fuerte, y os daré una patria fuerte”, decía Napoleón.
La casa donde nací era grande y Sonora. Tenía hondos corredores que desembocaban en un jardín fragante y boscosos hermosos y ágiles pájaros convocaban el espíritu a la melodía... Pero un día el padre entregó su alma a Dios. Emprendió el vuelo definitivo. Con las alas del espíritu se desvaneció en el horizonte. Los otros continuamos atados a la roca dura de la lucha. Pero los seres queridos sólo se van corporalmente. Su espíritu queda empotrado en la mitad de nuestras almas.