Horacio Gómez Aristizábal | El Nuevo Siglo
Sábado, 19 de Diciembre de 2015

REFLEXIONES DE VIDA

Los económicos y los avaros

“Necesidades no satisfechas causan todos los vicios”

 

El  ahorro no es la avaricia ni la mezquindad: es la discriminación prudente entre lo que se puede y lo que se debe gastar y lo que es innecesario o perjudicial consumir. Entendido así, el ahorro implica el ejercicio constante de la razón y el de una voluntad enérgica.

 

Presupone la facultad del sacrificio, de la abnegación y por tanto es el núcleo de las más altas virtudes que, como la caridad, el heroísmo, la amistad, la moderación, la humildad, la justicia y la honestidad, no podrían existir sin aquella condición primaria de esa voluntad educada a las exigencias del respeto a sí mismo y del amor a los demás.

 

Comprende el ejercicio incesante de la previsión de las necesidades futuras, en virtud de la cual el hombre puede extender su bienestar presente para la lucha contra las eventualidades adversas del porvenir, condición que establece la superioridad principal del hombre sobre los demás vivientes de la creación.

Nos acostumbra al orden y al método en nuestra manera de vivir circunstancias que duplican la extensión del tiempo y comunican a la actividad la forma de dar un empleo  más noble y más fructífero al curso de la vida humana.

 

Conduce necesariamente a la moderación en nuestras satisfacciones y deseos, cuya exageración gasta los resortes de la vida y es origen de tanta infelicidad, aun entre los que pudieran ser más dichosos. Son los reservados del ahorro los que más demuestran la importancia de esta virtud tan compleja. Por medio de él l aseguramos nuestra suerte y nos ponemos en capacidad de ser útiles. Solo puede ser útil a otros el que ha podido ser útil a sí mismo. No es mendigo quien puede dar limosna al necesitado. El que carece de medios para vivir, mal pudiera ayudar a los otros en esta tarea.

 

Mal puede mostrar compasión por los dolores ajenos el que vive preocupado de los suyos propios. El ahorro se irradia como la luz o como el calor. El bienestar de un hombre en medio del trabajo de los intereses sociales, necesariamente implica el bienestar de muchos más. Las cosechas de un rico determinan la abundancia y la baratura, que redundan en beneficio de todos.

 

Las necesidades del hombre, a medida que avanza en los años, van creciendo de un modo semejante a la velocidad de los cuerpos en su caída. Joven solo que tiene que proveer a si mismo después a su esposa, más tarde a sus hijos, y en la vejez requiere cuidados, comodidades de que solo con una previsión muy anterior puede rodearse.

 

Miembro de una comunidad regional y nacional, en cuya existencia y conservación le es obligatorio concurrir, a medida que esta crece y se desarrolla, es más exigente en sus consumos. A medida que una cuidad aumenta en población necesita aseo, agua abundante, luz durante la noche, calles amplias, policía vigilante, cárceles seguras, elementos de locomoción, arboles, flores, no por consideraciones de lujo, sino porque sin esas satisfacciones sería imposible vivir.

 

Las epidemias, los crímenes, la carestía, el fastidio, serían causas seguras de destrucción.

 

Las necesidades no satisfechas son la causa de todos los vicios, de todos los crímenes. El bienestar moderado y tranquilo es el medio ambiente propicio para la germinación de las virtudes. Ese bienestar depende del ahorro.