HORACIO GÓMEZ ARISTIZÁBAL | El Nuevo Siglo
Domingo, 27 de Julio de 2014

Gerlein: 50 años senador

 

En  un documentado libro mío, sobre Alfonso López Michelsen, cuento lo que sigue. En extensa e intensa conferencia con el doctor López Michelsen me expresó: “por muchas razones soy liberal. La principal por disfrutar del permanente placer de disentir. En el liberalismo no existe el delito de opinión. Y en otro campo, el nombre de conservador no tiene la sonoridad del liberal. El nombre del liberal es cálido, la sola palabra liberal calienta la sangre de las muchedumbres. Es un vocablo musical y vibrante. En él cabe todo. En cambio el nombre conservador es severo, rígido, tiene la austera majestad de los castillos medievales, es aristocrático y ceremonial como El Escorial. Inmediatamente le repliqué al doctor López, de la siguiente manera. Con “C” se escribe Colombia, cielo, Cristo, corazón, cerebro, conservador. No hay que olvidar que el primer godo del mundo fue ese gigante del pensamiento -insuperado, e insuperable- llamado Aristóteles, quien desarrolló la luminosa teoría del “ser y de la permanencia”. Se es, porque se ha sido y se seguirá siendo. Todo hombre tuvo un antecesor que lo engendró. Los revolucionarios, los que hablan de cambio, no pueden desconocer que la humanidad ha sido solidaria en el tiempo y en el espacio. La religión que profesamos, el idioma que hablamos, las instituciones que disfrutamos, fueron producto del esfuerzo y del sacrificio de quienes nos antecedieron.

Ser conservador es también disentir con la corrupción, con el pecado, con el error, con el caos y la anarquía. ¿Y qué es lo que hay que conservar? Muchas cosas. La familia, la patria, la religión, y mil valores más.

Roberto Gerlein ha sido un símbolo de las derechas colombianas. Impresiona que un conservador tan radical logre 120 mil votos en Barranquilla, la mesa del liberalismo colombiano. A esto hay que sumarle los cerca de 90 mil seguidores conseguidos por el doctor Cepeda Sarabia en esta misma metrópoli. Álvaro Gómez Hurtado repetía que Colombia es un país conservador que vota liberal. Y lo vimos en estas elecciones presidenciales. La derecha subió a 7 millones, es decir, el 50 por ciento de la nación. Si el fútbol se gana con goles, la política se gana con votos. Democracia es discrepar civilizadamente. Roberto Gerlein domina la escena partidista con su poderoso respaldo popular, su macizo acervo ideológico y su impresionante elocuencia humanística. Su espíritu se ha edificado sobre la roca de sus profundas creencias personales y cívicas. Su palabra, su oratoria es chasqueante como un látigo y recordando a Valencia, su discurso cae como un rayo que ilumina y destruye. Es el más temido de los parlamentarios por su experiencia, por su formación económicay su sabiduría literaria. Además es un hombre con entereza. En el país al que tiene carácter se le dice que es de mal carácter. Roberto Gerlein ama más el prestigio, que la popularidad. Es de los que al frente de la multitud les señala el “norte”a seguir. Habla más de los deberes que de las licencias que destruyen y esterilizan. Defiende el orden y la jerarquía. En nuestro escudo debe escribirse primero Orden, luego Libertad. Se cree más en los grupos disciplinados.