HORACIO GÓMEZ ARISTIZÁBAL | El Nuevo Siglo
Lunes, 14 de Enero de 2013

Diferentes tipos de egoísmo
Según el diccionario, la expresión “egoísmo” significa la autoadoración. Esta es una grave anomalía del comportamiento: es el “culto del yo”. En menor escala, aunque también como una deformación psíquica, está el egocentrismo, que consiste en la exacerbación enfermiza del ego situándolo como el centro de todo. Luego viene el egoísmo que es cierto consentimiento de uno mismo, pero sin causar daño a los semejantes. El egoísta valora las propias virtudes pero, objetivamente, teniendo como referencia el sentido de la dignidad y el decoro. Esto es más cerebral o intelectual que afectivo o sentimental.
No faltan los que sostengan que en el mismo “altruismo” hay egoísmo. Quien da generosamente se siente feliz en su “ego”. Es su modo de ser, es su instinto benévolo.
El egoaltruismo de La Rochefoucauld es la concurrencia de dos sentimientos encontrados: el altruismo y egoísmo. La persona caritativa por naturaleza hace donaciones de consideración, se siente realizada. Es cuestión de “autoestima”. Cierta generosidad ostentada, no es más que la vanidad de dar. Esto suscita elogios, aplausos y reconocimientos. El egoísmo es la búsqueda que uno hace de su propio interés, evitando lo que lo perjudica o lo que nos hace daño. Esto puede ser una virtud o al menos el cumplimiento de una ley natural. Puede asimilarse al instinto de conservación. Sin esto, la especie humana se hubiera extinguido o se habría estancado. Todo estancamiento es retroceso. Si todos buscan progresar y luego sumamos estos adelantos tendríamos un progreso social digno de aplauso.
El hombre es el único ser que busca el prestigio, la fama, la celebridad, el aprecio de sus amigos, gente cercana y de todos en general. Se empeña en tener bienes materiales o inmateriales. La lucha por el prestigio -llámese gloria, inmortalidad, etc.- ha sido desde la infancia de la humanidad uno de los grandes motores de la sociedad. Esto nadie lo discute. Pero cuando se convierte en una obsesión deriva en egolatría insoportable.
Hay otro ‘egoísmo salvaje criticable’. Es el que todo lo quiere para sí, no importa que el semejante se perjudique.
En Colombia, un alcalde de Bogotá lanzó el eslogan “Si todos ponemos, todos ganamos”. Surgieron letreros en las paredes que aclaraban: “No ponga nada y gane todo”. Este tipo de comportamiento es destructor, nocivo y repugnante. Por eso se coexiste, más que se convive. Coexistir es estar uno al lado del otro en forma indiferente y fría. La convivencia en cambio empuja a preocuparse por los semejantes. Tratar de ayudar, colaborar, aportar. Cuando no hay solidaridad, todo está perdido.
El capitalismo primitivo despierta rechazo. Solo piensa en la ganancia por la ganancia misma. “Esté bien yo y ríase la gente”. El capitalismo desalmado afirma “los primeros mil millones se hacen de cualquier manera, que la honradez viene después poco a poco”.