HORACIO GÓMEZ ARISTIZÁBAL | El Nuevo Siglo
Domingo, 13 de Enero de 2013

Treinta años de Felipe López en Semana

 

La prensa es como el aire; nos rodea, está en todas partes y casi resulta indispensable para vivir. Su facilidad arrastra a todo el mundo: jóvenes, adultos, ignorantes, cultos, mujeres y hombres. El libro seguramente es más perdurable, pero no ofrece la misma agilidad, comodidad y oportunidad.

Felipe López Caballero se hace sentir en los medios con la fuerza de un huracán. Ha introducido en el país la modalidad de la prensa investigativa. Va al fondo de los asuntos. Busca, más que la raíz, “la causa de la causa”. Se le respeta y se le teme. El gesto de poner el dedo en la llaga es de por sí un acto de valor. La verdad es dura, primero para el que la averigua, después, para los que la oyen y por último y de rechazo, dura para quien tiene el valor de decirla.  A ningún gobierno le gusta oír verdades desagradables. Y la revista Semana, siempre ha tenido el coraje de decir verdades explosivas y demoledoras. Se le anticipa a todo el mundo en plantear novedades. Lo hace con soportes contundentes y aplastantes.

El periodismo rosa, el que contemporiza y halaga no es frecuente en las grandes tribunas del país. Y cuando así se presenta ante la opinión, la reacción surge de inmediato y se hace claridad pase lo que pase. Murillo Toro repetía: “Cuando la prensa calla, su silencio grita”.

Felipe López ha convertido la revista Semana en una necesidad imprescindible en Colombia, por la hondura de los debates y el vigor incontrastable con que acusa, señala o destapa. Felipe López en lo personal es esencialmente sociable. Sabe todos los secretos del diálogo. Comprende que un conflicto se soluciona más fácil con una frase contundente, que mediante una conferencia de un erudito. Ama la política y se mueve en ella como el pez en el agua.

La prensa colombiana le debe a Semana multitud de las mejores campañas sobre inmoralidad, clientelismo, nepotismo, tráfico de influencias, filibusterismo y otras jugarretas más. Gandhi le gritó al mundo: “Lo que pierde a la sociedad es practicar un comercio sin ética, una política sin principios y una ciencia sin valores”.

Es bueno repetirlo. Hoy se va perdiendo el hábito de controvertir, de denunciar. Una cortina de humo lo cubre todo. Impera un silencio cómplice, absolutamente inaceptable. Y quien abandona los principios éticos, cuando otros los pisotean; quien no siente lastimados sus bienes, cuando otros llevan a sus bolsillos los dineros del Estado formados con nuestros recaudos, el que ve sin sobresalto la violación de la ley, se convierte en coautor de esos comportamientos censurables.

Según Fidel Castro, los gobiernos se pulverizan con ametralladoras y con bombas. Después rectificó. Un gobierno corrupto se desmorona con micrófonos, cámaras de televisión y tribunas periodísticas. De ahí la gran responsabilidad del periodista.