“Hay que defender el Cauca”
La escena más triste y probablemente la más simbólica de la película “El Último Samurai” (Edward Zwick –2003-) es cuando el Ejército de Samurais formado por hombres armados solo con espadas, arcos y flechas carga contra un nido de ametralladoras y fusiles del Ejército Imperial japonés que literalmente los arrasan hasta aniquilarlos. Allí acabó la milenaria tradición de honor de esos guerreros japoneses y de una forma de luchar que no podía superar la de la aparición de las armas de fuego.
Guardadas las proporciones es lo mismo que está pasando en el sur de Colombia con las comunidades indígenas que están siendo exterminadas por bandas de narcotraficantes. 120 miembros de comunidades indígenas han sido asesinados en lo que va corrido del año. La mayoría de los hechos ha ocurrido en el Cauca, pero también se han presentado casos en Putumayo, Guajira, Chocó, Antioquia y Quindío.
En el Cauca el problema está más concentrado en número de víctimas, intensidad de la violencia y cantidad de ataques contra la comunidad indígena. La Guardia y las autoridades de la comunidad (La Gobernadora Neehwe´sx Cristina Bautista es la más reciente víctima) han sido objeto de ataques sistemáticos no solo de una inusual violencia, sino especialmente desafiantes de las autoridades ancestrales y de las del Estado que mantiene una fuerte presencia militar alrededor de los territorios indígenas.
La Guardia representa una autoridad que se funda exclusivamente en la fuerza moral de la tradición y en el poder que las autoridades autónomas y ancestrales de la Comunidad les otorgan. El bastón que portan es el símbolo de esa autoridad que todos respetan por el solo hecho de la posesión en manos de quien lo ostenta. Es como el uniforme de la Policía Nacional (o cómo debería ser) o como el Sombrero de Tres Picos de la Guardia Civil española, cuya presencia es o debería ser suficiente para imponer respeto y acatamiento a quienes lo ven.
Esa fuerza moral de la Guardia había sido suficiente incluso para enfrentar conflictos con la antigua guerrilla de las FARC que la respetaba y llegó a consensos con ellos. Pero ahora frente a las bandas criminales en que se convirtieron los frentes cuyos comandantes no quisieron desmovilizarse sino convertirse en simples organización armadas dedicadas exclusivamente al narcotráfico, la fuerza moral de la Guardia no es suficiente. A esas gentes armadas, sin ningún freno moral o ideológico, cuyo único fin es el negocio ilegal y el enriquecimiento de sus carteles, las autoridades ancestrales son el único obstáculo que les impide apropiarse de la totalidad el sur del país, por eso los están matando. Matar con fusiles gente que está armada solo con bastones de madera es no solo un delito de lesa humanidad sino de cobardía infinita.
Por eso la solución pasa necesariamente por una articulación real entre autoridades indígenas y Estatales que vaya más allá de las culpas mutuas. Hay que defender el Cauca antes de que nos lo anexen a México y nos lo rebauticen Culiacaucan.
@Quinternatte