HOIRACIO GÓMEZ ARISTIZÁBAL | El Nuevo Siglo
Lunes, 7 de Enero de 2013

Veinticinco años de humor

 

Siempre  se ha considerado a Grecia como el país más sabio del mundo. Me refiero a la Grecia antigua, la clásica, la eterna. Este pueblo habló del “deber de la felicidad”. Y agregó: una hora melancólica es una hora perdida. Cuando nos sorprenda la muerte cómo nos amargará no haber disfrutado la existencia con plenitud, con alegría, con vitalidad y espíritu de convivencia. La juventud piensa que pueden despilfarrarse las oportunidades y que la alegría se encuentra en todas partes. La realidad indica que el hombre sobre la Tierra vive pocos espacios de regocijo y de alegría; el resto es afán, angustia, preocupación, desasosiego y contrariedad.

Los que tienen humor a raudales como Poncho Rentería, -25 años en El Tiempo haciendo sonreír a los colombianos- son unos privilegiados. En mi libro Decadencia del pueblo colombiano comento: “El compatriota es una persona bajita que siempre está iracunda… Es más vanidoso que generoso y cree que es más lucrativo violar la Ley que acatarla. Quiere entrar a los negocios por la puerta grande de una gerencia y a la política como ministro… Del marido burlado expresa, vénguese, lave su honor con sangre…”. Poncho Rentería a todo le ve lo positivo y dice los asuntos más atroces con amabilidad y buen lenguaje. Siempre enseña, enriquece y hace reflexionar al lector. Su mensaje es hondo, penetrante, perdura en el corazón y en el espíritu. Según encuestas, una de las columnas más leídas de El Tiempo es la de Poncho Rentería. En su caso la gracia abrillanta sus escritos, los adhiere a la memoria, los adorna, los hace mirar con sincera simpatía.

El humorista pura sangre escribe por amor a la humanidad que tanto necesita sonreír y dulcificar sus amarguras. Para el humorista toda grandeza es vulnerable y todo personaje por rígido y acartonado que sea es susceptible de un calificativo risueño.

Del temido y temible Tomás Cipriano de Mosquera -cuatro veces presidente de este traumatizado país- se sostenía que poco sabía reír. Era cascarrabias y explotaba con la fuerza de un huracán por cualquier nimiedad. Al agonizar le dijo el Obispo de Popayán: “¿Perdona General a sus enemigos?... Y con soberbia incontenible replicó: no tengo enemigos, a todos los hice asesinar”.

El humor se conecta más con el corazón que con el cerebro. Si el humor se conectara con el chiste se parecería a la bufonada. Y el humor es producto de alta inteligencia. Además es selectivo, espontáneo, ágil, oportuno, gracioso, de intenso contenido mental. Solo hace humor el que puede, no el que quiere. Los chistosos abundan, los humoristas se cuentan con la mitad de los dedos de una mano.

Hay que gozar de muchas cosas de la vida, de la luz dorada que canta sobre las colinas, de la sonrisa del mar, de las buenas amistades, de las creaciones artísticas, de los buenos libros. Baudelaire, a pesar de su infinita amargura, opinaba: ‘Procuremos aplastar el estrés, el dolor, la frustración y luchemos por lo positivo’. La alegría es fecunda, fértil y multiplica todas nuestras energías.