Está circulando en Colombia el libro Historias perdidas del canal de Panamá de la historiadora Marixa Lasso, quien desarrolla unas tesis muy discutibles y maneja una información un poco diferente de la que recoge en su trabajo de investigación su compatriota, Ovidio Díaz Espino, en el libro La república creada por Wall Street.
La autora de este texto sostiene que el fin del régimen federal en nuestro medio, la eliminación del sufragio universal masculino y la separación de la iglesia y el Estado fueron de especial importancia en Panamá “donde la mayoría de la población era negra y cuyo clima era tropical: dos rasgos que, desde el siglo XVIII, miembros de la comunidad científica, como Francisco José de Caldas, el científico más destacado de la Bogotá dieciochesca consideraban contrarios a la civilización.”
También afirma que “desde el siglo XVIII, científicos e intelectuales colombianos habían dividido la geografía de su país entre las alturas andinas, cuyo clima templado como el de Europa, los capacitaba para ser civilizados, y las tierras bajas y tropicales, cuyo clima cálido, según ellos, las volvía inadecuadas para la civilización.” En Colombia tanto en el siglo XIX, como en los años veinte del Siglo XX, se hicieron planteamientos, reflexiones y ejercicios académicos en ese sentido, pero sin posiciones unívocas. Recordemos que el racionalismo y el determinismo geográfico venían de Europa que llegó a considerar que Occidente sólo llegaba hasta Norteamérica. En nuestro medio nunca hubo medidas o una política estatal que se conozca con ese carácter discriminatorio.
Luego sostiene que “la élite política y empresarial panameña había desarrollado su propio sentido de relevancia global y sentía que Bogotá, su capital, era demasiado distante y distinta como para entender las necesidades peculiares de Panamá como región marítima.” Esa tesis, que puede recoger el sentir de algún circulo de la vida panameña de entonces, resulta muy controvertible porque no es necesariamente cierta. Colombia propició la construcción del ferrocarril, que fue inaugurado en 1855, con capital privado norteamericano, y apoyó la introducción de la navegación a vapor para poder conectar el pacifico con el atlántico. A la autora del libro se le olvida que la costa de Panamá no era la única costa marítima de Colombia y que, al mismo tiempo, había otros puertos.
El libro del historiador panameño Ovidio Díaz Espino nos recuerda la participación de Wall Street en la operación financiera para la construcción del canal y cómo se obtuvieron los derechos para su construcción con el aval de Roosevelt quien consideraba que un canal interoceánico controlado por los norteamericanos convertiría a Estados Unidos en la nación más poderosa del mundo. También refiere como Bunau- Varilla, agente de la empresa francesa, ayudó a convencer al Congreso de los estados Unidos de que aprobara la ruta por Panamá en lugar de la de Nicaragua, tramó el plan para la independencia y luego traicionó a este país al apresurarse a firmar un tratado que resultaba flagrantemente injusto para los panameños.