El lío de la salud
“Con ‘sólo’ eliminar la corrupción habría para dar y convidar”
LA cosa es sencilla: todos deseamos y tenemos el derecho a recibir buena atención de salud; pero cuesta y el dinero no alcanza para darnos a todos la atención de excelencia que suponen las enfermedades o las tecnologías más sofisticadas.
Un rico está dispuesto a gastar hasta su último peso en prolongar la vida, y por eso a medida que un país se enriquece va aumentando su gasto en salud. EE.UU., por ejemplo, invierte el 19% del PIB, mientras Colombia, cuando más, 8%.
Pero el 19% del producto americano viene a ser mayor que el PIB total de Colombia, lo cual quiere decir que aunque invirtiéramos todo nuestro ingreso en salud, no tendríamos la misma calidad de atención que tienen hoy los gringos (la cual, para peor, dista de ser perfecta).
Nos obliga a ser realistas. Pero no a resignarnos. Hay por lo menos 4 cosas que pueden hacerse para mejorar el servicio de salud:
La primera y obvia es combatir la corrupción vale decir, el fraude que los pacientes o los prestadores de servicios hacen con cargo a los recursos del sector. El escándalo de los recobros al Fosyga -facturas por servicios no prestados- es apenas una de las prácticas que diariamente desangran la salud; hay además millones de carnés ficticios, millones de evasores, cientos de médicos sin ética, pacientes tramposos, pactos oscuros entre las EPS, venta de drogas adulteradas, serruchos o contratos amañados, trampa en el chance o en loterías, universidades piratas que dan títulos médicos, bacrims que se apoderan de los fiscos, y otras más.
Con “sólo” eliminar la corrupción habría para dar y convidar. Denunciar y perseguir a los ladrones -como el Gobierno ha empezado a hacer en unos frentes- es un paso vital. Pero la cura real no es castigar a unos cuantos, sino reducir las oportunidades para que los vivos hagan fraudes.
Lo cual me trae a la segunda cosa que puede hacerse: revisar el modelo de gestión, para que sean menos los desperdicios y costos. En este punto el repertorio es amplísimo, y va desde los “detalles” técnicos (como quién autoriza una cirugía de alta complejidad) a las variantes estructurales (tipo la agencia pública que proponía Obama) y aún a los modelos básicos de salud (digamos E.U. vs. Europa o Colombia vs. Costa Rica). La Ley que acaba de aprobarse (1438) avanza en la primera dirección, pero hace falta debatir más el modelo (doy esta pista que hace poco recordó M. Hernández en Razón Pública: el gasto per cápita de salud en EE.UU. es 7.290 dólares y en Inglaterra es 2.992 dólares).
Lo tercero es tomar la prevención en serio. Es más inteligente porque vivimos mejor, y es más barato porque evitamos las enfermedades (sé de estudios que encuentran entre 6 y 10 veces más rentable la medicina preventiva). Esto pasa, otra vez, por muchas puertas, incluyendo la prioridad del gasto público (más acueductos vs. más hospitales), la organización básica del sector (agentes con ánimo de lucro gastan poco en prevención), políticas como seguridad vial, nutrición, deporte o educación, y cambios en el estilo de vida de pobres y ricos. Para dar, nada más, otra pista: la esperanza de vida en Cuba es la misma que en EE.UU. (77 años).
La cuarta cosa es aún más política: quién paga el costo y quién recibe el servicio de salud. Una opción el seguro privado donde cada quien paga sus costos, de manera que el muy rico tiene todo y el muy pobre tiene nada. Otra opción es la seguridad social, donde los ricos subsidian a los pobres, en más o en menos grado. El paso del seguro a la seguridad y la amplitud del subsidio han sido fruto de las luchas sociales a lo largo de siglos.
Colombia ha avanzado no poco en el camino -y le falta bastante si uno piensa en Uruguay o en Chile-. Pero sucede, como dijo Orwell, que los unos son más iguales que los otros, de modo que en el nombre de los pobres, a veces son los ricos o los medio-ricos quienes logran apropiarse de subsidios. Por eso me pregunto si en la pelea entre EPS, médicos, sindicatos y funcionarios hay todavía espacio para los muy pobres.
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