65 años de “El Bogotazo”
El 14 de abril de 1948, mi abuelo, el doctor Julio César García, por entonces Rector del Colegio Nacional de San Bartolomé, le envió a mi abuela, quien por entonces residía aún en Medellín una carta sobre los hechos del 9 de abril, narrada desde la esquina misma de los acontecimientos, el centenario colegio ubicado entre el capitolio, el Palacio de San Carlos, la Catedral y el Palacio de la Carrera, hoy Casa de Nariño.
Este documento, comienza así: “Queridísima mía: En el borde de todos los horrores, ante los cuales la muerte misma parece menos grave, hemos vivido estos cinco días desde el viernes 9 a las dos de la tarde. A la 1 p.m. habíamos estado en la esquina de la carrera séptima con la calle catorce, a pocos metros de donde minutos después iba a consumarse el asesinato del doctor Jorge Eliécer Gaitán, que desencadenaría las furias del infierno sobre Bogotá y pondría al país al borde de la disolución. Nada indicaba la proximidad de la tragedia. Después de almorzar tranquilamente me recosté en mi cuarto y a eso de las 2 menos diez minutos oí gritos en la calle; me asomé a la ventana y vi gentes vociferantes contra el doctor Ospina Pérez, el Gobierno y el conservatismo y oí que en la carrera séptima rompían ventanas a pedradas. Al salir del claustro del Colegio me informó un profesor llegado de la calle que la causa de la furia era la muerte del doctor Gaitán y supe que por la carrera séptima hasta el Palacio Presidencial acababa de ser arrastrado el cadáver del asesino. En ese momento llegó el Vicerrector y en medio del estupor de todos empezamos a serenar a los estudiantes, hicimos entrar a los que estaban en la calle y cerramos las puertas.
Nos tocó presenciar el primer asalto de las hordas vandálicas al Capitolio y la destrucción de uno de los salones del primer piso, cuyos despojos quedaron regados a lo largo de la cuadra entre las calles 9 y 10. Poco después alcanzamos a ver que ardían los tranvías en la Plaza de Bolívar y que en ella reinaba confusión espantosa. Los alumnos externos querían salir pero logramos contenerlos y permitir la salida sólo de aquellos cuyos padres los reclamaban... Mientras tanto empezaba a llegar el Batallón Guardia Presidencial y a disponerse para impedir el avance de las turbas enfurecidas hacia Palacio…”.
Estos son sólo los renglones iniciales de un documento que recoge la visión de un educador e historiador sobre ese luctuoso momento de nuestra violencia, así como de una falta de paz, que aún está por llegar.