Hablemos de amor | El Nuevo Siglo
Sábado, 10 de Septiembre de 2022

El Amor, con mayúscula, es la fuerza más poderosa que existe.  En la medida en que nos aproximamos a esta comprensión, la vida fluye mejor.

Como es una fuerza sublime, el Amor va más allá de cualquier emoción o sentimiento, de un amor con minúscula, no porque no este sea importante -lo es, y mucho-, sino porque estamos ante dos dimensiones diferentes.  Cuando no tenemos claridad sobre esta diferencia, nos confundimos.

El Amor es la vida misma, que se manifiesta más allá de nuestros deseos, la mayoría producidos desde nuestros egos. Ese Amor, entendido como fuerza, lo podemos reconocer en el surgimiento de la vida, incluso en las circunstancias más adversas: la flor que brota en medio del pavimento, con una aparente debilidad que no es tal, pues se eleva buscando la luz sin luchas contra el piso.  Sencillamente la flor es, se abre paso, mientras el suelo cede ante el poder la vida.

Ese Amor, la existencia misma, se expresa en embarazos no esperados ni deseados: la fuerza vital va mucho más allá de lo que anhelamos o pensamos.  Esa fuerza es sacra y se expresa en nuevos seres, en cuyo ADN está codificada la Luz y la Consciencia. Tal vez por desconocer la dimensión de esa fuerza, por reducirla a emociones y sentimientos, es que se pierde el reconocimiento que la vida es sagrada. Ahí nos enredamos, al confundir el Amor/Fuerza con el amor/emoción, tan humano y por ende tan imperfecto.  Tanto, que se han popularizado conceptos como que el amor y el sufrimiento van de la mano, que si no duele no se ama, que amor se escribe con llanto… ¡No, nada de eso ni siquiera es amor con minúscula! Es deseo, obsesión, insatisfacción, tan lejano de una fuerza esencial.  Son dimensiones muy distintas.

Cuando reconocemos el Amor en nuestras vidas podemos trascender la emoción y hacer contacto con el gozo, ese estado del ser que va mucho más allá de la felicidad, tan pasajera como la tristeza.  Entonces, nos liberamos: nuestro gozo no depende de otras personas ni de condiciones específicas, ya que es nuestra conexión inherente con la vida. Amor y gozo van de la mano: son verdaderamente sublimes, un derecho al cual podemos tener acceso si hacemos conexión real con nuestro interior. Esa es la espiritualidad profunda.

Al sentir el Amor en nuestras vidas termina toda lucha. Sí, ¡eso es posible! Sentirnos bendecidos, pase lo que pase; reconocer la protección divina; respirar y llenarnos de vida; dejar pasar lo que no nos sirve… Todo ello requiere entrenamiento en la consciencia. A medida que lo logramos, evidenciamos el Amor.  Y ya no necesitamos compartirlo: solo dejar que fluya en nuestras vidas.

@edoxvargas